lunes, 30 de diciembre de 2013

La máquina de inventar historias



- Bueno hijo, a dormir.
- Dale, pa… uno más. ¡No tengo sueño todavía!
- ¿Sabés a que me hacés acordar? A la máquina de inventar historias.

“Tu tío y yo, de chicos, éramos amantes de los cuentos, igual que vos. Y ya estábamos cansados de escuchar siempre las mismas historias de los hololibros, tanto que una vez lle
gamos hasta a dejar de comer golosinas por un mes para comprar uno nuevo.
- Que bueno que estaría tener una máquina de hacer historias- le dije a mi hermano. Y como sabrás, él solía hacer realidad las cosas que yo tan fácilmente imaginaba.
 En secreto, trabajó durante días hasta que la máquina estuvo lista para ser probada:
- ¡Wow! ¡Está buenísima! ¿Cómo funciona?
- Bueno, estas mangueras de acá son micrófonos, y se conectan con los grabadores que están ahí y allá… usé el chip de los dados digitales de papá para que mezcle las palabras al azar, y esa caja que ves ahí es el significador. A ese lo inventé yo y es lo más importante… es lo que le va a dar sentido a la mezcla de lo que capten los grabadores.
 Estábamos ansiosos por probar el aparato, pero para funcionar tenía que grabar durante todo un día. Lo dejamos encendido y pusimos unas manguera en el marco de la ventana, para que grabe a la gente que pasaba por la calle, otra apuntando a la sala, para que grabe a nuestra familia, y otra la dejamos en el cuarto, grabándonos a nosotros mismos.
 Al día siguiente, tu tío le dio play, ansioso por escuchar el resultado. La máquina habló usando por cada palabra una voz diferente.
<< En la casa hay un árbol muriendo…>>
Nosotros, maravillados, escuchábamos sin notar que, a medida que armaba las oraciones, el significador se sacudía con violencia a la vez que aumentaba su temperatura.
<<…dejando a los nenes solos con sus sombras…>>
 Mi hermano vio lo que pasaba. Luchando por rescatar su invento, no prestó mucha atención a lo que la máquina trataba de decirnos. Yo, aún hoy, recuerdo las palabras del significador, que fueron cambiando de sentido a lo largo de mi vida.
<<…hasta que lo descubran en su interior.>>”

-¿Pudo salvar la máquina?
- No, y tampoco quisimos reconstruirla... nos pareció mejor inventar nuevas historias nosotros mismos.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Los grises



- Hernán le mostró orgulloso los dibujos a su papá.
-¡Que lindos! ¿Y estos quienes son?
- Los Gornai.
- Ah, sí… acá veo que les hiciste los dibujitos en la piel.
- ¿Te gustan?
- ¡Están buenísimos! Me encanta como te salen los Burlos. Y la nave está igualita a la de verdad.

 “Una vez entró a la agencia un tipo muy extraño. Algunas especies no muy familiarizadas con los seres humanos podrían haberlo confundido con uno de nosotros,
pero para cualquier habitante de la tierra las diferencias eran muchísimas. No solo por su temple, su total falta de expresión de cualquier sentimiento, sino también por su falta de color: su piel, su cabello, sus ojos, y hasta su ropa eran de distintas tonalidades del gris. También su mirada y su voz eran, en cierta forma, grises.
 Su irrupción en la agencia nos inquietó a todos. Y más cuando nos contrató para un viaje con él como pasajero. Nadie quería llevarlo a su planeta natal: su forma de hablar nos causaba las peores sospechas, como si estuviera ocultando algo. Además, nos daba algo de miedo ir a un planeta repleto de sus semejantes.
 Resignado, tomé la tarea cuando me fue encomendada. Subimos a la nave e hice que mi pasajero llenara las planillas correspondientes. Firmó con una simple “F”, y me aclaró que su nombre, intraducible a nuestra lengua, se pronunciaba algo así como “Of”.
 Fue uno de los viajes más aburridos que recuerdo. Of no hablaba más que lo estrictamente necesario para llevar a cabo las pocas tareas de la nave que le correspondían como pasajero. Y cuando lo hacía, su monotonía recordaba la de los robots, profundizando mi sensación de soledad.
 Para atenuar esta sensación puse música. Fue algo terrible. Of se tapó ambos oídos con las manos y empezó a gritar para hacerse oír. Aún a pesar de su monotonía, a pesar de su elección de palabras totalmente neutras, pude imaginar el miedo que tenía.
- ¿Qué es ese ruido? ¿Hay un desperfecto técnico?
 Apagué la música y, sorprendido, caí en cuenta de las consecuencias que tenía la falta de expresión. Un mundo habitado por gente como Of era un mundo sin arte.
 El viaje continuó sin mayores sorpresas. Yo no podía dejar de imaginar su planeta de origen como un lugar árido y plano, sin color ni sonido, en el que costaría distinguir una cosa de la otra a la distancia, y en el que mi llegada causaría un revuelvo por mis ropas de colores, o por mi entonación al hablar.
 No podía estar más equivocado. Cuando llegamos, me encontré con un planeta hermoso. La naturaleza crecía a su criterio, sin que nadie intentase darle forma o embellecerla. Las casas y los objetos, habían sido construidos sin más criterio que el práctico y funcional… pero no por eso carecían de belleza. Aunque carecían de adornos, aunque carecían de un orden estético, permitían apreciar la belleza natural que poseían sus colores y sonidos. Era algo fantástico.”

-¿Pero a esta gente gris no se daba cuenta de todas las cosas lindas a su alrededor?- preguntó Hernán, preocupado. 
- Para mí eso es esperanzador- respondió Rodrigo.- Pensá que este pueblo, aún sin saberlo, sin notarlo, pudo crear cosas hermosas. Y a pesar de todo, el arte va a estar de alguna forma ahí, cuando haya alguien que pueda apreciarla.

lunes, 16 de diciembre de 2013

La marcha de los Mitomorfos



 Hernán observó como su padre iba y venía por la sala principal del cubículo habitacional donde vivían, en la superficie lunar. Rodrigo, habiendo terminado los preparativos se acercó a su hijo para despedirse:
-Bueno hijo, sabes que esta noche me voy, pero no voy a tardar mucho-
-Si, papá, ya sé, vas a estar de vuelta antes de que se cruce la constelación de Orión con Júpiter.-
-Sí, es un rato nomás. Aparte voy a activar a la Holoniñera. Ayer le estuvimos haciendo el chequeo de rutina con tu tío y anda de mil maravillas. Ni parece que hubiera estado guardada tanto tiempo. No debés ni acordarte vos de ella...-
-Uhm, no sé.
 -Y no, vos eras bebé todavía la última vez que la usamos. Pero bueno, ella queda a cargo, es un poco viejita, así que vas a tener que hablarle despacio y está un poco sorda también, pero vas a ver que es buenísima. Ya está programada, después de la cena, vas a poder jugar un rato y después a dormir.-
- A ha-
-¡No la hagas renegar eh! Mirá que me va a contar todo lo que hagas. A ver si te pasa como a esos pobres Burgundios hace tres siglos.-
-¿Los Burgundios?-
-Si, ya los vas a ver en las holoclases de historia dentro de uno o dos ciclos. Hace mucho los Burgundios le tenían tanto miedo a las pesadillas que le pidieron a un solitario científico que los ayudase, y este creó a los Mitomorfos, unos seres capaces de hacer desaparecer a los malos sueños. Lo que el científico nunca les había dicho era que los Mitomorfos no hacían desaparecer a los malos sueños sino que se alimentaban de ellos.
  Al principio todo funcionó muy bien, pero con el tiempo los Burgundios fueron acostumbrándose a no tener más pesadillas y los Mitomorfos fueron quedándose sin alimento. En ese momento comenzaron a alimentarse de otras cosas. En un comienzo fueron otros sueños, pero a medida que se iban quedando sin alimento empezaron a devorar pensamientos, emociones y cualquier sentimiento. Tal fue el problema que después de unos meses ya que no quedaban Burgundios que sintiesen nada, no quedaban artistas, ni románticos, ni deportistas, porque nadie tenía ganas ni motivos para esforzarse ni para sentir nada de nada. Como el solitario científico era el único que podía comprender lo que ocurría, decidió subir a todos los Mitomorfos a un pequeño satélite rocoso transportable que tenía y se alejó del planeta para no volver jamás.-
-¿Y qué pasó?-
-No se sabe, hay muchas leyendas, cada tanto aparece alguien diciendo que vio pasar el satélite por algún lugar lejano de la galaxia; también hay reportes vagos de enjambres de seres alados rondando las usinas de suero creativo.
 Y ahora ya es tarde, Hernán. Me tengo que ir yendo.-
-Ufa, yo quería que me cuentes un cuento hoy también.-
-Sí, hijo, ya sé, yo también quería. No va a poder ser, pero si la Holoniñera me dice que te portaste bien, mañana te llevo a jugar a los Campos Eliseos de Marte y a la noche te cuento la historia completa de la Luna-Sol de Ganímedes. ¿Te parece bien?-
-¡Sí! ¡A los Campos Eliseos! ¡Siiiiiiiiiiiiiii!-
-Bueno hijo, es un trato. Pero ahora me tengo que ir, así que a comer y cuando llegue la hora, a dormir ¿dale?-
-Bueno dale.-
-Te quiero mucho, hijo. Hasta mañana.-

lunes, 9 de diciembre de 2013

Final del juego



-...Y entonces llegué a la puerta de entrada al módulo interespacial. Lamentablemente estaba defendido por dos guardias armados y tuve que utilizar las últimas municiones de mi rifle de protones para derrotarlos. Después entré al módulo, donde estaba la máquina que destruiría toda la galaxia. Solo debía apagarla para garantizar la subsistencia de la vida tal cual la conocíamos, pero, bloqueando el camino para impedirlo, se encontraba Wong, el malvado monje oscuro. Nunca había habido un vencedor definido las veces que nos habíamos enfrentado antes. La primera vez él escapó aprovechando un derrumbe en el monte Never-rest y la avalancha de technonieve que sobrevino. La segunda vez fui yo el que tuvo suerte, ya que logré aferrarme a un peñasco que evitó mi caída hacia las fauces del abismo interminable en cuyo fondo aguardaba un pequeño agujero negro artificial. Pero esta vez todo sería diferente. No había lugar para escapes ni para postergaciones de último minuto. Nos batiríamos a duelo y del vencedor dependería el destino del universo.
Sin municiones dejé a un lado mi rifle de protones y tomé la única arma que me quedaba, el sable de energía. Iba a ser un enfrentamiento muy complicado ya que Wong era uno de los mas grandes maestros de sable del cosmos, invicto en todos sus duelos conocidos.
De mas está decir que fue un duelo terriblemente complicado. En un primer momento logré tomar la iniciativa asestándole varios golpes de sable que redujeron su campo de fuerza personal al mínimo. Llegado ese punto, Wong cambió de estrategia y comenzó a atacarme desde las alturas lanzándome tubos necrógenos explosivos. Esos ataques me obligaron a retroceder, ya que a causa de mis combates anteriores no tenía mis defensas en un nivel de potencia adecuado para resistir ese tipo de ataques. Al alejarme de las explosiones, pude ver que la plataforma donde él se encontraba estaba sostenida por un campo magnético hiperbólico y, como todos saben, esos campos magnéticos son muy susceptibles a los ataques de energía. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, la plataforma donde estaba se desmoronó. Al verse en el suelo frente a mi nuevamente, Wong quiso activar su esfera de invulnerabilidad. Yo, sabiendo que de conseguirlo me sería imposible derrotarlo, no tuve mas opción que utilizar la técnica secreta que había aprendido de Sir Malcom Gutiérrez Polijronókulos: La Caravana Espiralada Entrópica...-
-¿Y cómo se hace?-
-No es muy difícil, pero lleva tiempo agarrarle la mano. Primero hay que poner el neurodetector sofístico en modo automático, Después hay que activar el Fitoparalizador histriónico y finalmente apretar Y, U, T, I, U, B. en ese orden en el comando central. Si hiciste la secuencia correcta, sale el ataque y le ganas a Wong antes de que active la invulnerabilidad-.

Hernán estaba atónito, con la boca abierta, mirando a su padre maravillado sin decir palabra alguna.
Aprovechando la oportunidad, Rodrigo tapó a su hijo con la manta y le dijo después de besarlo en la frente:
-Bueno, ahora a dormir. Si mañana te portás bien bajó la PlayBox 720 del altillo y jugamos Colapso del Universo juntos.-

lunes, 2 de diciembre de 2013

Espero y el monstruo



 - Hoy te voy a contar una historia de “había una vez”.
- ¿Qué es eso?
- Son cuentos sobre cosas que pasaron hace mucho tiempo, y que no se sabe si son verdad o no.

“Había una vez un robot que vivía solo en una casa. No había vivido siempre solo, porque los robots siempre son de alguien. Su dueño, Odiseo, había sido el encargado de diseñar y construir las atracciones en “la tierra de los mitos”, un parque de diversiones. Pero Odiseo desapareció misteriosamente al poco tiempo de terminar su última creación.
 Este robot, te imaginarás, no era un robot doméstico, común y corriente. Tenía una habilidad especial que hacía que nadie pudiera acercársele. Ni siquiera los empleados de la Unidad de Relocalización de Robots y Androides, que usualmente pedían ser relocalizados ellos mismos después de intentar siquiera acercársele.

 Esto se contaba y repetía una y mil veces en las calles. Pero Espero no creía en esas cosas. Y, como siempre, tampoco hacía caso de las advertencias de sus padres o a las cintas policiales. Él tenía que saber qué había ahí adentro.
 - Seguro que hay un tesoro en esa casa- aseguró Espero.       
- No sé, Espe, a mí mi mamá no me deja ni pasar por la vereda. Ni mirarla de lejos, casi.
- Dale, no seas miedoso. Vamos.
- No, yo no voy a ir. Andá vos si sos tan valiente.
 Y eso era lo que necesitaba escuchar. Había empezado esa conversación solo para meterse la presión extra de un amigo empujándolo a hacerlo, para así poder dejar de lado el miedo. Porque tenía miedo, aunque no sabía a qué.
- Ya vas a ver que sí- respondió.

 Se trepó a las rejas, y saltó con habilidad del otro lado. Entró a la casa, que había sido dejada abierta por sus últimos visitantes. La oscuridad era total.
 Entonces, la vio: terrible y enorme, con su cabello de serpientes y su mirada fatal. El contacto visual fue inevitable, y a través de sus ojos la criatura entró en su mente. Espero se sintió de piedra. Cada vez más quieto, cada vez más frío. La criatura se acercó a él y, en el momento final, el chico se desmayó.

 Despertó y, desesperado, se encontró con que todavía estaba dentro de la casa. No era un sueño. La criatura no parecía estar cerca. Corrió hacia la puerta pero, para su sorpresa, estaba cerrada. Lo mismo las ventanas.
 Ruidos. La criatura iba a volver. Espe prefería cualquier cosa antes que volver a ver en esos ojos diseñados para encontrar el temor que ya habita en uno y potenciarlo.
 En el fondo del salón había un mueble, cubierto por una sábana. Desesperado, Espe se escondió detrás, con la mala suerte de que pisó la sábana al pasar, y ésta cayó sobre él, dejando al descubierto una antigua pantalla de T.V.
 “Que no me vea, que no me vea” se decía Espero, sabiendo que eso era imposible. La criatura ya lo había localizado, y se dirigía a donde él estaba. Los ojos robóticos se vieron reflejados en la lisa pantalla e intentaron entrar en los ojos que intentaban entrar en los ojos que intentaban entrar en los ojos… y eso fue todo.”

-¿Y qué paso con Espero?
- Tardó en salir del susto, pero en cuanto vio que su enemigo era una simple ilusión creada por un robot, pudo irse a su casa.
- Y se compro un espejo- agregó Hernán- para descubrir más ilusiones otro día.   

lunes, 25 de noviembre de 2013

El corazón del espectro



-Esto ocurrió en la época en que estábamos en guerra contra el Imperio Extragaláctico. Yo era un agente de la resistencia terrícola y había llegado a Nueva Ayres de incógnito. Si bien el lugar no estaba abiertamente bajo el control de los invasores, sospechábamos que Hugo Demasq, un conocido personaje de la alta sociedad Ayreana, era en realidad un espectro poderosísimo que movía todos los hilos en la ciudad. Después de muchos sacrificios, con mis compañeros de la resistencia logramos averiguar que el espectro solo podía permanecer en nuestra dimensión gracias a un prendedor en forma de corazón que llevaba siempre consigo. Este prendedor, decían, era el famoso “Amarre del ser amado” un artefacto que vinculaba sentimentalmente a su portador con la reina de los Maryastour, una raza de criaturas anfibias extremadamente peligrosas. Mientras Hugo tuviese el prendedor en su poder él y la Maryastour estarían enamorados y esa era el ancla que poseía para no regresar a su mundo. Claro que derrotar a Hugo no iba a ser fácil, antes que nada porque nadie sabía donde se encontraba. Únicamente se mostraba en las funciones de gala de una antigua casa de ópera de la ciudad.
La misión estaba planeada hasta el mas mínimo detalle, si triunfábamos daríamos un golpe devastador al Imperio Extragaláctico, pero si fracasábamos...- -¿Que?- -No podíamos fallar- -¿Pero que pasaba si fallaban?- -Nada, no importa- -Sí que importa, quiero saber- -No es importante eso, lo importante es que a mí me había tocado ser el que debía destruir el prendedor. Y no iba a ser nada fácil porque como había escaners por todos lados era imposible entrar armado sin que toda la seguridad se pusiese en alerta, y porque los Maryastour son criaturas muy feroces en combate cuerpo a cuerpo. Pero la reina enamorada era aún peor, ya que no solamente era las más grande de toda su especie, sino que también era muy protectora de su amado. Solo tenía una oportunidad para acercarme durante un intervalo a la pareja y atacar a Hugo Demasq sin que la reina de los Maryastour pudiese reaccionar. Pero el dato más importante era que habíamos descubierto la verdadera debilidad de Hugo: a pesar de disimularlo, era terriblemente vanidoso.
Por suerte, todo en la misión salió de acuerdo a lo planeado. Primero entramos con el grupo al edificio haciéndonos pasar por empleados de mantenimiento. Luego, mientras que mis compañeros se preparaban en sus ubicaciones para garantizar nuestro escape, yo me puse ropa de músico y esperé fuera del alcance de las cámaras de seguridad a que empezase la función. Muchas figuras de la alta sociedad Nuevoayriana habían ido a ver la función. Incluso algunas figuras de relevancia para los intereses del Imperio extragaláctico en la zona. Desde mi escondite los vi llegar, uno a uno, desfilando por la entrada principal. Finalmente, en el momento exacto en que todos estaban presentes esperando a que comience la función, apareció Hugo Demasq, acompañado por la reina de los Maryastour en un tanque-kinético. Debí esperar una hora mas antes de que llegase el intervalo, pero esa hora pasó mucho mas rápido de lo que jamás hubiese imaginado. Como era de esperarse llegado el intervalo los concurrentes salieron a la galería a refrescarse y conversar, ese era el momento para que yo entre en acción. Tomé el ramo de rosas rojas que tenía preparado y me mezclé entre la gente. Al divisar a Hugo levanté la mano, buscando que me viese mientras me acercaba a él. A ver que alguien se acercaba a él con un ramo de flores tanto Hugo como la reina de los Maryastour, tan enamorados como estaban, creyeron que eran un regalo para ellos y bajaron la guardia. Un centímetro antes de que pudiesen tomar las flores simulé tropezarme, pero en realidad estaba tomando impulso para mi objetivo. Pude destruir el “Amarre del ser amado”, el prendedor que ataba al espectro a nuestro mundo, que Hugo llevaba colgado de una sola trompada y así, mandarlo de regreso a su dimensión. Al desaparecer Hugo, la reina de los Maryastour se vio liberada del poder del Amarre y liberó todo su rencor contra el edificio y los ayudantes de Hugo. Como agradecimiento por haberla ayudado, a mí y a mi equipo nos dejó ir mientras destruía todo lo demás.- -¿Que es un trompada papá?- -Es algo que aprendí hace mucho, era una técnica que usaban los antiguos habitantes de la tierra para resolver su conflictos primitivos. Para hacer una trompada hace falta cerrar el puño bien fuerte y...- -¿Cerrar el puño? ¿Había que usar el cuerpo para resolver conflictos en la antigüedad?- -Sí, antes no había enerkinésis, ni neuroeskeletos, ni...- -Que aburrido que era el pasado papá, menos mal que vivimos ahora y no antes.- -Sí, Hernán, el pasado era muy aburrido...-

lunes, 18 de noviembre de 2013

Hacia el mar



 Hernán estaba inquieto. Rodrigo tomó una hoja de papel y empezó a doblarla en varias partes. Mientras lo hacía, comenzó la historia de esa noche.

 “Decían que los habitantes de Bosquedal vivían en perfecta armonía con la naturaleza. Esa conexión profunda hacia su propio mundo les estaba facilitando grandes descubrimientos científicos… pero se negaban a compartirlos con el resto del universo.
 Yo formé parte del Comité Diplomático Lunar, es decir del grupo encargado de convencerlos de que lo mejor era que hicieran público su conocimiento. Formábamos el comité grandes científicos y pensadores de la Luna y la Tierra y yo, que era el chofer.
 Minutos después de un aterrizaje perfecto en Bosquedal fui olvidado por mis compañeros que fueron a discutir con las brillantes mentes del planeta, dejándome a cargo del cuidado de la nave. O sea que, apenas se alejaron, me escapé para conocer los alrededores.
 Yo sabía que el mar estaba cerca. El mar de Bosquedal es parecido a los mares de la Tierra, con la diferencia de que no tiene olas ni marea. Cuando no sopla viento, el Gran Mar es una enorme masa de agua inmóvil. Tenía aún algo de tiempo, así que me dirigí hacia la costa.
 No sé por cuánto tiempo observé la quietud de las aguas hasta que empecé a notar que algo las perturbaba. Un nene bosqueano, a uno cuantos metros de distancia, creaba grullas de papel para luego hacerlas volar. Algunas llegaban más lejos, otras más cerca, pero inevitablemente todas caían y se deshacían en el agua. Me le acerqué.
- ¿Por qué las tirás hacia allá? Así te caen al mar.
 El nene me miró, y después de un momento respondió con una sonrisa:
- Las grullas siguen volando hacia el horizonte. Lo que cae solo es el papel.”

 Rodrigo le dio la grulla de papel que estaba armando a su hijo. Sabía lo que le iba a preguntar, así que agregó:
- Los científicos volvieron horas más tarde, frustrados por no haber conseguido nada. Los Bosqueanos aseguraban no haber hecho ningún descubrimiento. Es más, decían no tener científicos entre ellos. 

lunes, 11 de noviembre de 2013

Nyaghhathogga



-¿Existe dios papá?- Preguntó Hernán a su padre, que automáticamente supo que esa noche no le resultaría fácil hacer dormir a su hijo.
-¿Dios?, depende. Para algunas culturas existe uno, para otras existen varios, hay quienes dicen que sus dioses ya no existen mas...-
-¿Pero para vos existe?- retrucó Hernán.
–Puede ser- Respondió Rodrigo intentando prepararse para cambiar de tema, pero su hijo, hábil, se le anticipó:
 -¿Lo viste alguna vez?...- 
-Sí, eso creo al menos.

"Fue hace unos años, vos todavía eras un bebé y yo estaba trabajando para Focus, una empresa que realizaba mapeos intergalácticos. Me habían contratado para que llegue hasta el lugar desde donde se suponía había surgido el universo: el punto exacto donde había ocurrido el Big Bang. Como era un trabajo importante, me mandaron con un grupo de veinte personas, topógrafos, cartógrafos, astro-físicos, neurópatas y otros tantos expertos de diversas áreas. La idea era que yo, como piloto, los llevase para que realicen sus investigaciones y los traiga de regreso sanos y salvos. Nadie sabía con que podíamos encontrarnos, ya que el punto exacto de nuestro destino era un secreto guardado por algunas tribus antiguas del planeta tierra y de pura casualidad uno de los directivos de Focus había encontrado unos escritos muy antiguos con referencias mas o menos contundentes.
A medida que nos acercábamos a nuestro destino, el pulso gravitacional nos indicó que el lugar no estaba vacío, sino que en él se hallaba algo que podría describirse como un planetoide muy extraño. Era una superposición de estructuras incongruentes que desafiaban toda lógica y conocida. Parecía una especie de ciudad donde las fuerzas desatadas en el Big Bang habían causado que las leyes de la geometría no se aplicasen ahí, dando como resultado un enorme laberinto sin sentido ni explicación. Como en mi contrato nunca se había hablado de tareas de exploración, me quedé en la nave mientras el resto del grupo se aventuraba al planetoide a investigar. Dentro, en la comodidad de la cabina, mientras se suponía que debía monitorear los movimientos del equipo de exploración, me quedé dormido. No fue un sueño normal, casi que había sido obligado a quedarme dormido por una fuerza desconocida. Entonces, en mi sueño, apareció: era una criatura gigantesca, parecida a un árbol, con raíces, tronco y ramas, pero que, claramente, no pertenecía al reino vegetal. Ni siquiera estoy seguro de que perteneciese a ningún reino conocido. Dijo llamarse Nyaghhathogga y era el guardián de la entrada a esta dimensión. El planetoide ciudad-laberinto era en realidad un portal cerrado, un intento de invasión fallido de seres de mundos lejanos e inconmensurables. Mientras decía esto último me vi atraído hacia esa figura que extendía sus ramas-tentáculos hacia mí para aferrarme. Segundos antes de ser devorado por aquella criatura fui despertado por los golpes desesperados que los expedicionarios daban a la puerta de entrada de la nave para que los deje entrar. Nunca supe por cuanto tiempo había estado durmiendo. De todo el grupo de expedicionarios solo quedaban dos y los monitores de los demás no mostraban signos vitales. Una vez dentro los supervivientes estaban pálidos y callados, con la expresión vacía, dando muestras de haberse topado con esas cosas con las cuales es mejor no imaginar.
Volvimos a la tierra, la expedición se consideró una pérdida aceptable para la empresa y nunca mas se habló del tema.-"
Hernán, lejos de dormirse, estaba aterrado,aferrado al termocovertor de la cama. Pero Rodrigo sabía de antemano que eso ocurriría así que se preparó para una noche larga y se prometió que jamás volvería a contarle historias de terror para hacerlo dormir.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Los ojos del viejo



El viejo lo miró, y sus ojos se volvieron profundos y azules como el océano. Rodrigo pensó que no tendría forma alguna de transmitir esta experiencia. Sin embargo, más de veinte años después, se sentó a los pies de la cama de su hijo y le preguntó:
-¿Te conté la historia de los ojos del viejo?

“Lo más difícil de todo fue encontrar a alguien lo suficientemente ambicioso o lo suficientemente idiota como para venderme el turno. Encontré a uno que era una mezcla de las dos cosas. Me pidió una fortuna que multiplicó apenas vio que yo aceptaba sin regatear. Pagué el doble sin protestar. No sé si él sabía lo que me estaba dando a cambio de algo tan corriente como el dinero, no sé si sabía que el turno es algo único en todo el universo.
 -¿De donde sacaste esto?- le dije señalando el papel que me había vendido.
-¿Qué importa? Ahora es tuyo, pichón.- Y agregó con una sonrisa: -Ojalá lo disfrutes más que su dueño anterior.
 Me da asco hacer tratos con este tipo de gente, pero a veces no hay alternativa. Ya tenía la dirección, la fecha, la hora: era esa misma noche. Llegué y toqué el timbre cuatro veces seguidas, como decía en el papel. Me atendió un Burlo. No me sorprendió, porque había escuchado que alrededor del viejo se reunían criaturas de todos los rincones del universo: habían llegado en busca de una respuesta y nunca se habí
an ido.
 No fue necesario dar explicaciones. El Burlo me miró de arriba abajo con sus cinco ojos, y corrió su viscosidad para dejarme pasar. La casa era común y silvestre, pero transmitía una sensación indescriptible. Como una música demasiado baja para distinguirla pero lo suficientemente alta para saber que suena.
- Una vez que entres al cuarto- me dijo el Burlo con su voz monstruosa- no vas a poder salir hasta que él te diga. Después te va a dar un papel con el próximo turno, y va a ser tu responsabilidad que le llegue al siguiente. Solo él, solo ahí, solo en ese momento.
 Entré. Parecía un viejo normal, pero yo sabía que esa es la forma que eligió para mostrarse ante mí. Y ahí fue que miré en sus ojos. No sé cuanto tiempo pasó. Después me dio un papel con el nombre de un planeta que yo no sabía ni siquiera que existía y una fecha, dentro de trescientos años.”

-¿Y qué se siente, su mirada?

-Es como alejarse del cuerpo lo más posible en el infinito, dar un paso más, y llegar así a uno mismo.

lunes, 28 de octubre de 2013

La demora inexplicable



Esa noche Hernán estaba cansado e, internamente, Rodrigo sospechaba que no le costaría mucho hacerlo dormir.

-Era la época en que tu tío todavía buscaba ganarse la vida como inventor, antes de que descubriese el motor de mecánica gestáltica y se dedicase a la bicicleta financiera. En esa ocasión me pidió que lo ayudara a probar el funcionamiento de uno de sus experimentos, el neuroempatizador. La máquina, en teoría, debía permitir que una persona pudiese sentir lo mismo que otra, incluso acceder a sus pensamientos y emociones. Para eso nos fuimos hasta la tercera luna del planeta valenciano de la galaxia Unioneurópia. Teníamos todos los instrumentos preparados, cuando un mal funcionamiento en el motor de salto hiperespacial catapultó la nave donde yo estaba directo a un agujero negro. Todavía sabíamos muy poco acerca de las alteraciones de las leyes físicas caóticas, así que, sin poder hacer nada, me dejé llevar por la corriente espaciotemporal y esperé lo mejor. Por suerte solo fue un viaje temporal al pasado y terminé cerca del planeta tierra algunos milenios atrás. Recuerdo muy bien que al instante de descubrir donde estaba fantaseé como un tonto con la idea de visitar el planeta desde donde había surgido la humanidad, pero mi nave chocó con algo que desconocía. Al estabilizar los controles y realizar el escaneo de las inmediaciones, descubrí que había colisionado con una nave que formaba parte de lo que parecía ser un escuadrón de guerra. Inmediatamente activé los controles de salto hiperespacial para regresar a mi tiempo lo antes posible. Pero, ya que estaba, mientras esperaba a que se preparen las coordenadas para el nuevo salto, decidí activar el neuroempatizador del tío y apuntarlo hacia la nave que acababa de chocar. Si el aparato funcionaba, conocería de antemano si era considerado una amenaza y que plan de ataque utilizarían. Sin embargo lo que descubrí me sorprendió muchísimo. Ya me estaba resultando raro que hubiese naves espaciales de combate cerca de la tierra a mediados del Siglo veinte, porque esa era una tecnología a que la humanidad aún no poseía en ese momento, y mas me sorprendió ver que quienes habitaban el artefacto no eran seres humanos. Eran bastante parecidos, es cierto, pero tenían muchísimos dedos en cada una de sus manos. Pude sentir también como el capitán de la nave con la cual había colisionado se había asustado muchísimo a causa del choque y que eso, de alguna manera, lo había hecho sentirse libre, casi que estaba agradecido por aquel hecho fortuito. Lo último que vi., mientras mi nave regresaba al hiperspacio, era como esa misma nave daba media vuelta y atacaba a las otras naves de su propio escuadrón. Y como luego de haber sido atacadas estas también abrían fuego todas juntas contra la nave insignia que momentos antes escoltaban.
Derribando sus miedos y apilando sus temores ya en desuso, los tripulantes de aquellas naves elegían la libertad a la calma, la adrenalina a la quietud. La felicidad de la rebelión vencía al miedo que le tenían a la muerte.-

Rodrigo quería continuar contándole la historia a su hijo, todas las escalas que se había visto obligado a hacer antes de poder regresar a su propio tiempo y a su propia galaxia. Pero Hernán ya estaba dormido, y era mejor guardar silencio y reservarse las historias para otra noche.

lunes, 21 de octubre de 2013

Los Gornai



Rodrigo dio el beso de las buenas noches a Hernán y cuidó de que quedara bien tapado para otra  fría noche en la base lunar. Confiaba en que Hernán no se conformaría solo con eso. Y así fue, pues el niño le pidió que le contara, como todas las noches, una de sus aventuras.

“Hoy voy a contarte sobre cuando llegué a Gorn. Me habían contratado para transportar un cargamento desde Frutón hasta la Tierra, por lo que me esperaba un viaje largo. No había recorrido ni medio camino cuando uno de mis propulsores falló. Seguir con un solo propulsor hubiera sido algo peligroso, por lo que busqué el planeta más cercano donde poder aterrizar y reparar la astronave. Resultó ser Gorn, un gran planeta de categoría A, lo que significa que los seres humanos podemos respirar y caminar por él sin necesidad de equipamiento.
 Aterricé unas horas después en un desierto verde y gris. Programé unos cuantos cientos de nanobots para que revisaran todos los mecanismos de la astronave, pero el proceso llevaría por lo menos una semana. Mientras tanto, busqué en mi computadora información sobre el planeta en el que me encontraba. En esa época cuando todavía era posible encontrar planetas y culturas desconocidos para el hombre, había que prepararse de la mejor manera posible, y hacía falta tener toda la información disponible sobre cada lugar. Resultó que Gorn estaba habitado por una especie primitiva, los Gornai.  Como todavía desconocían la existencia de vida más allá de su planeta no consistían ningún problema mientras no me advirtieran. Pero no se sabía como reaccionarían ante una potencial amenaza desconocida, o sea yo.
 Siempre estuve dispuesto a sumar información en la base de datos de la humanidad, por lo que decidí salir a investigar. Llegar hasta lugar habitado me llevó más tiempo del planeado, porque la gravedad de ese planeta es ligeramente superior a la de la tierra.
 Usando mi perceptor audiocular, pude observar una pequeña tribu Gornai a una distancia segura. Era un espectáculo maravilloso. Los Gornai, seres similares a los humanos aunque de menor estatura y mayor musculatura, no vestían ropa alguna. Sin embargo, tenía frente a mí todo el espectro de los colores en movimiento. Pasé unos cuantos días espiándolos antes de entender que está en la naturaleza de los Gornai que sus acciones se dibujen en sus cuerpos. Para cualquiera que sepa leer los signos, no hay secretos entre los Gornai: alcanza con mirarlos atentamente para saber su historia, sus pensamientos, su yo.
 Años más tarde leí algunas disertaciones sobre los Gornai. Parece ser que hubo épocas en las que usaban su conocimiento para dañarse. Y aunque el uso de la ropa es totalmente innecesario para su cultura y para el templado clima de su planeta, algunos Gornai cuidadosos o arrepentidos la usaban, generando desconfianza entre ellos.
 Otros recurrían a medidas más drásticas. Para ocultar, y hasta para intentar olvidar, amputaban parte de su cuerpo, y así también de su historia.
 Pero cuando yo llegué a Gorn esas épocas oscuras ya habían terminado. Lo que yo pude ver fue a un pueblo viviendo en armonía, un pueblo en el que sus miembros se comprenden unos a otros, y se ayudan para que sus dibujos sean cada día más hermosos, y para que el dibujo que empieza en uno continúe en otros.”

- ¿Y qué le había pasado a la astronave? ¿Por qué falló?
- Nunca lo supe. Creo que el destino quería que yo forme parte de un dibujo más grande.  

Introducción

Corre el año 3.604 en la tierra. La ciencia y la tecnología lograron avances inimaginables para nosotros, haciendo de la vida del hombre algo diferente a lo que estamos acostumbrados. Los viajes interplanetarios y el encuentro con los seres de otras galaxias, y hasta de otras dimensiones, son habituales; así como la creación de dispositivos para curar el cuerpo, para hablar en cualquier idioma del universo, o para no necesitar respirar en el espacio.
Pero algunas costumbres milenarias se mantuvieron. Y así, en la base lunar 451, Rodrigo cuenta a su hijo Hernán una historia distinta cada día, antes de dormir... verdaderas o inventadas, sobre sus propias aventuras o las de otros, en la tierra, en la luna, o en el espacio.