miércoles, 3 de diciembre de 2014

Presentación del libro Sueños Futuros: cuentos para un nene de la luna

¡Queridos lectores, están todos invitados a la presentación del libro de Sueños Futuros!



Por más info, y para ayudarnos a difundir, pueden ingresar al evento de Facebook:
https://www.facebook.com/events/364833127028272/

¡Los esperamos!

lunes, 24 de noviembre de 2014

Sueños Futuros: el libro



Hoy, en lugar de cuento, tenemos un anuncio MUY importante que hacerles, y que nos pone muy contentos... ¡YA SALE EL LIBRO DE SUEÑOS FUTUROS!

Después de varios meses de trabajo, vamos a poder presentarles el libro que reúne los mejores cuentos de Sueños Futuros, con algunas modificaciones respecto a los que pudieron leer acá, y también material extra totalmente inédito hasta el momento.


La presentación va a ser en el marco del evento Dibujados, el 7 y 8 de diciembre en el Teatro Mandril - Humberto Primo 2758 (dejamos la invitación en los comments). Vamos a tener un stand donde podrán comprar el libro y otras publicaciones de los autores. Muy pronto les informaremos el día y hora exactos de la presentación.



Hasta pasada esa fecha solo podrá conseguirse por ahí, pero los lectores de capital federal y alrededores ¡ya puede ir reservando su ejemplar!


¡Les dejamos la que va a ser la tapa del libro, esperamos que les guste!!!






lunes, 20 de octubre de 2014

Vistazos - Artista invitado: Matt Barrera


"Los juimeños son criaturas muy curiosas. Al ser inmortales e inmunes al dolor, se divierten lanzándose de riscos elevados. Lo hacen en carreras de caída libre, o a veces solo para sentir el viento en sus rostros."

martes, 14 de octubre de 2014

Vistazos - Artista invitado: Pedro Mancini



"Nada tan tranquilizador como ver explotar una supernova desde la tranquilidad de tu propio hogar, a salvo, a miles de años luz de distancia."

lunes, 6 de octubre de 2014

Vistazos - Artista invitada: Catalina Mazzitelli



“Sin darme cuenta un extraño se había sentado en su asiento. Intenté varias veces hacerle entender que el lugar ya estaba ocupado pero no había caso, era de otra dimensión.”

lunes, 15 de septiembre de 2014

Vistazos - Artista invitado: José Luis Gaitán


“Aquellos exploradores Sulatas solo eran principiantes y, sin embargo, no conocían el miedo. Capaces de recorrer extensísimas planicies hasta llegar a su destino, o a su presa.”

sábado, 12 de julio de 2014

Vistazos - Artista invitado: Damian Fuentes




“De entre todas las criaturas del universo, el camarero tenía que ser justo un Ironicus.

-Traigame el  plato más feo que sirvan- ordené- y tómese su tiempo, que no tengo apuro.”



jueves, 3 de julio de 2014

Vistazos - Artista invitada: Catalina Mazzitelli


Entonces aquel ser azul me sonrió. Era probablemente la criatura más poderosa del universo conocido, y sin embargo, trabajaba como vendedor de lapiceras en el tren interplanetario. Antes de que le pregunte, dijo que buscaba recopilar experiencias únicas.

miércoles, 18 de junio de 2014

Vistazos - Artista invitado: Leandro Silva





"Estaba totalmente perdido. Sabía que no muy lejos de allí había una tribu de Oregames, que eran excelentes guías de la selva... pero también eran fanáticas de la carne humana." 

lunes, 19 de mayo de 2014

Distintas formas de decir adiós



-Siempre soñé con ser científica, pero en este universo ya se descubrió casi todo lo importante. Los únicos misterios que quedan por investigar son cosas menores. Ya no quedan grandes plagas por sanar, grandes injusticias por balancear, ni grandes problemas por solucionar. No es una muy buena perspectiva la de los científicos hoy por hoy: recapitular obras clásicas, chequear cada tanto que las leyes físicas conocidas se sigan aplicando, y no mucho más. A lo sumo volverse inventor, como tu hermano, y dedicarse a seguir caprichos creativos.-

Su sonrisa era increíble, jamás había visto a nadie así. Ni en la nebulosa de Rigan, ni en las colonias de los cúmulos Lovares. Ninguna mujer del universo sonreía como ella, pero por detrás de esa sonrisa había algo más. Algo que no pude o no quise ver hasta que fue demasiado tarde. Una sombra la perseguía, opacaba el brillo de sus ojos y la agitaba cuando dormía. Era una pena imposible de percibir o de entender, era la nostalgia por saber que su mayor deseo en la vida jamás se cumpliría.

-Creo que el único desafío que le queda a un científico de ley, es descubrir qué hay dentro de un agujero negro. Me sorprende que aún no se sepa. Hay teorías, eso sí: Hotchkings decía que dentro de un agujero negro las leyes conocidas de la fisicoquímica se invierten y el tiempo deja de correr; La Doctora Nabuti afirmó una vez que eran portales a otras dimensiones, tan extrañas y ajenas que serían imposibles siquiera de imaginar; Tartaq coincidía con la Doctora Nabuti en que eran portales, pero no a otra dimensión sino a otro tiempo-.

Las corrientes energéticas surcaban el espacio alrededor de una pequeña nave de exploración. A unos pocos miles de kilómetros un agujero negro absorbía toda la materia que no poseía la fuerza suficiente como para escapar a su oscuro abrazo. Dentro de la nave, un hombre y una mujer se miraban a los ojos con tristeza. Sabían que no volverían a verse y, sin embrago, ninguno de los dos se animaba a decirlo. Ninguno se atrevía a admitir que probablemente esa sería la última vez que se mirarían a los ojos. Rodrigo sabía que jamás volvería a ver su sonrisa, y aún así, no pudo mas que disimular un “hasta luego” mientras Micaela subía al módulo exploratorio y se lanzaba a explorar lo inexplorado, camino a una aventura de la que no sabía cómo terminaría. Mirándola desde la nave, Rodrigo la vio irse para siempre; detrás quedaron sus sueños, esperanzas y la promesa de un futuro juntos.

Rodrigo se despertó sobresaltado, estaba cubierto por sudor frío y jadeaba con la boca abierta. Tenía la garganta seca y en su mente anidaba la idea de haber tenido una pesadilla horrible.
-¿Estás bién, papá?- Preguntó Hernán que lo observaba parado en el umbral de la habitación. Tenía tanto miedo como curiosidad por ver a su padre teniendo un mal sueño tan intenso.
-Sí, hijo, estoy bien. Ya me desperté. ¿Vos estás bien? Es tarde, hay que volver a dormir- dijo Rodrigo mientras se levantaba de la cama dispuesto a acompañar a Hernán de regreso a su habitación. Mientras veía como su padre se le acercaba le preguntó:
-¿Quién es Micaela?
 Al escuchar esas palabras Rodrigo se detuvo de inmediato, un temblor recorrió su cuerpo, había pasado mucho tiempo desde la última vez que había escuchado ese nombre. A duras penas intentó disimular su nerviosismo.
-¿Por qué preguntás eso, hijo? ¿Dónde escuchaste ese nombre?
-Lo decías vos, recién, mientras dormías, papá-.
 Rodrigo estaba sin palabras, no sabía qué responder. Sólo se limitó a tomar del brazo a su hijo gentilmente, y se disponía a acompañarlo hasta su cama cuando este preguntó:
-¿Soñabas con mamá?

lunes, 12 de mayo de 2014

Los nocturnos



 Algunos decían que sería un viejo con barba larga y ropa andrajosa. Otros aseguraban que no tendría más de treinta años. Lo que sí se sabía era que aparecería por primera vez esa noche, en las afueras de la ciudad más poblada de Écuer.
 No era un viaje de negocios. Fui por mi propio deseo de ver el acontecimiento en persona. Me había llegado el rumor en una de mis entregas, que me había llevado a un planeta del mismo sistema solar que Écuer. Una vez al año, según me habían dicho, todos los habitantes del planeta se reunían en la calle central de su ciudad capital donde el Orador les daría la forma de volver a la luz.
 Écuer fue una de las primeras colonias humanas abandonada. Se envió una sola camada de colonos, que fue olvidada en la vorágine de los primeros tiempos de viajes interplanetarios. Es que los inexpertos exploradores de ese entonces estaban más que satisfechos al encontrar un planeta con oxígeno y agua en cantidades similares a la tierra, pero no notaron la presencia de un extraño virus en el aire. Los primeros habitantes del planeta no tardaron en entender que este virus, que transmitía una enfermedad mortal, necesitaba de la luz para desarrollarse. La primera medida que tomaron, entonces, fue la de prohibir la vida diurna fuera de las viviendas herméticamente protegidas.
 Las generaciones pasaron y los Ecuerianos se hicieron inmunes al efecto del virus, pero sus costumbres estaban fuertemente arraigadas, y sus cuerpos adaptados a la vida nocturna. Fue ahí cuando surgieron las primeras leyendas, porque a pesar de todo algo dentro de ellos seguía pidiéndoles el regreso a la luz. La más popular sugería que el Orador, un profeta similar a los de las religiones antiguas de la tierra, los devolvería a la luz el sexto día del inicio de uno de sus años.

 Miles de miradas de ojos grandes y brillantes acompañaron la llegada de mi nave. No estaban acostumbrados a recibir visitas de otros planetas, y menos un día especial como ese. Caminé entre la multitud, buscando sin éxito el punto que los congregaba. Me acerqué a un grupo de jóvenes, me presenté, y les pregunté dónde llegaría el Orador. Una joven de nombre Duanna me señaló el punto preciso, a lo lejos, del que hablaban las leyendas.
 En mis viajes conocí a varias criaturas increíbles, a algunas de las personas más sabias del universo, y me enfrenté también con fuerzas atemorizantes… pero nunca me había encontrado con un profeta de la antigüedad. Mi curiosidad me exigía seguir adelante, y yo deseaba con todas mis fuerzas que ese fuera el día en que la leyenda se cumpliera.
 Abriéndome paso entre la gente, llegué al fin del camino. La multitud formaba un círculo de varios metros de diámetro alrededor de una roca, esperando al que fuese a subirse a ella y decirles las palabras que cambiarían sus vidas.
 Volver a la luz no era solo un capricho. Significaba, entre otras cosas, poder realizar viajes espaciales, conocer otros planetas y aprender de ellos. Su vida, por completo a oscuras, los mantenía aislados.         
 El expectante silencio cargaba el aire de tensión. Nadie se movía. Pasaron las horas, y nada sucedía. En poco tiempo amanecería. Los concurrentes, decepcionados, empezaron a abandonar el lugar de a cientos. Yo no quería resignarme, quería experimentar en carne propia lo que se sentía ante un mundo cambiando radicalmente en un solo momento.
 Alguien puso una mano en mi hombro.
- Parece que hoy no es el día…- me dijo Duanna- mejor irnos antes de que salga el sol. Puede ser peligroso.
 Quise explicarle que no le temía a la luz, pero no me dio tiempo y empezó a caminar. La seguí, junto al grupo de jóvenes, de regreso a su refugio. En el camino, me preguntaron de dónde era.
- ¡Sos un diurno!- exclamó uno-. ¡Tenés que contarnos como es vivir bajo el sol!

  Volví a la luna, varios días después, todavía un poco decepcionado. Había llegado a creer que una sola persona podía cambiar todo un mundo. Lo bueno es que me había hecho un nuevo grupo de amigos, personas muy interesantes que día a día trabajan para acercarse a la luz.         

lunes, 5 de mayo de 2014

La ciudad en el erial



-Una vez estaba en el planeta Osíris. Había hecho un trabajo llevando una carga a Éden, su planeta gemelo y cuando estaba por entrar al hiperespacio para regresar a casa, choqué con un asteroide y debí aterrizar de emergencia. A diferencia de Éden que era poco menos que un paraíso terrenal, Osíris era principalmente un gran desierto, un erial, con pequeñas granjas de musgo y la ocasional ciudad-fortaleza móvil surcando con sus grandes ruedas los inmensos océanos de arena. Llegué a una de esas fortalezas; debía tener casi diez kilómetros de largo y no menos de cinco de ancho, y se movía incesantemente esquivando tormentas de arena, con un objetivo final desconocido para todos los habitantes excepto para los misteriosos Capitanes de los que nadie parecía saber nada. Ahí dentro, reinaba una tácita camaradería entre colegas viajeros espaciales.
Luego de haber recibido las coordenadas de aterrizaje, dejé mi nave en el taller y acordé con los técnicos que la reparasen a cambio de algunas piezas de repuestos que tenía en el depósito olvidadas desde hacía tiempo. Me ofrecieron un camarote durante mi estadía y una vez instalado fui a recorrer un poco la ciudad. Estaban los niveles superiores, donde se encontraban los habitáculos, camarotes, comercios, cantinas y los puestos de intercambio cercanos a las plataformas de aterrizaje. Vedadas en los niveles inferiores, se encontraban las salas de máquinas, las calderas y las habitaciones de los Capitanes. Nunca nadie los había visto y nada se sabía de ellos. Era increíble pensar que toda esa masa de maquinarias oxidadas, derruidas y rechinantes se mantuvieran en funcionamiento. Cabe aclarar que pasado el deslumbramiento inicial, el lugar resultaba bastante hostil y poco amigable. Los habitantes de la fortaleza eran, por lo general, mercenarios de paso o seres deseando escaparse de sus pasados, o de sus destinos.
Sin mucho que hacer, me dirigí a una cantina en el distrito comercial. Ahí dentro me acodé en la barra y me dediqué a leer una revista de actualidades que había comprado. Tenía más de un siglo de antigüedad ya que no llegaban publicaciones recientes a ese planeta. Al rato, escuché a mis espaldas una discusión que aumentaba en volumen y fuerza, eran dos hombres, ambos vestidos con ropa de cuero negro, que jugaban a las cartas. Aparentemente, el ganador se quedaría con un perro gris que los miraba entretenido. Ambos lo reclamaban como propio y ninguno daba el brazo a torcer. Al aumentar la tensión, el cantinero se me acercó y dijo que debía cobrarme en ese momento porque probablemente aquella discusión terminaría mal y no quería que en el revuelo de la pelea yo me escapase sin pagar la cuenta. No llegué a sacar el dinero cuando varios guardias entraron al local, dispuestos a detener la pelea que estaba por comenzar. Lejos de sentirse disuadidos, los dos hombres dejaron de lado sus diferencias y los atacaron abriendo fuego.
Pude escabullirme debajo de una mesa y llegar hasta la puerta de salida gateando mientras las balas zumbaban y el perro, por el que antes se peleaban, atacaba a un guardia a mi lado que había querido detener mi salida. Con la mirada le hice una seña al cantinero indicándole que le dejaba el dinero en una rendija de la entrada, y me alejé del lugar antes de que llegasen los refuerzos.-
-  Papá, ¿quién se quedó con el perro al final?-
- Creo que fue un empate. Desde la ventana de mi camarote pude ver como los dos hombres y el perro escapaban de la fortaleza en una verdadera antigüedad: un automóvil del siglo veinte; andando por el desierto hacia el atardecer.
Poco después, me avisaron que los arreglos de mi nave habían concluido y pude dejar aquel planeta desértico en el que la violencia y las amistades parecían forjarse día a día.-

lunes, 28 de abril de 2014

La caza del gogogo



“El gogogo salió de su guarida y miró alrededor, esperando a que sus ojos se acostumbraran a la luz. Podía pararse en sus patas traseras, pero prefería el andar de los cuadrúpedos: estaba ahorrando energía para el largo invierno que se aproximaba.
 Los humanos aparecieron de todas partes. Le apuntaban con extrañas armas, diseñadas especialmente para darle caza. El gogogo gruñó, anticipándose al primer disparo.

Ya llevaba tres partidas perdidas. Definitivamente Carlos era el mejor jugador de Cuco en la empresa. Cuando Clarisa pidió un piloto para un viaje corto, aproveché la oportunidad de retirarme antes de perder la cuarta.
 Tenía que llevar a tres adolescentes hasta un punto en el sector norte del planeta Oké-mo. Todos sus papeles estaban en orden, así que salimos de inmediato.

 Ignorando mis muchos intentos por empezar una conversación, los jóvenes cuchichearon entre ellos todo el viaje. Cuando llegamos, bajaron casi al instante y fueron corriendo hacia un montículo que se vislumbraba a lo lejos. Yo debía esperarlos, pero mi curiosidad siempre pudo más…

 Casi grito de sorpresa al ver la escena que se escondía detrás del montículo. Una veintena de personas con vestimentas camufladas y armamentos flotaban en el aire en un círculo perfecto y se contorsionaban con muecas de dolor. Flotaban alrededor de la enorme criatura, el gogogo
, de más de diez metros de altura, que les rugió amenazadoramente. Los adolescentes que yo había llevado entonaban cantos de burla hacia los cazadores, a la vez que desplegaban una bandera en la que se leía “No a la caza del gogogo de Oké-mo”.
 De repente, una fuerza invisible me levantó del piso. El gogogo, parado en sus patas traseras, dirigió su mirada hacia mí. A pesar de estar siendo arrastrado por los poderes mentales de un extraterrestre gigante, no sentí nada de miedo. Creo que él mismo tranquilizaba mi mente, a la vez que la examinaba. Varias imágenes de mi pasado se proyectaban frente a mis ojos, a medida que el gogogo intentaba saber de qué lado estaba.
 Intenté hablarle, pero estaba totalmente inmovilizado. Tampoco sabía si entendería mis palabras. Entonces, hice un gran esfuerzo y me imaginé repetidas veces a mí mismo, yéndome en mi nave con los adolescentes y todas las armas de los cazadores. Después podría soltarlos sin peligro.
 Después de un rato, el gogogo me entendió.”

-¿Y que hiciste con todas las armas?
- Hice que mis pasajeros las destruyeran durante el viaje, a la vez que les decía mi opinión sobre burlarse y festejar mientras hay vidas en peligro, aunque esas vidas hayan cometido un terrible error.

lunes, 21 de abril de 2014

¡Invasión!



Rodrigo estaba furioso, iba de un lado al otro del módulo lunar donde vivía con su hijo, revolviendo el interior de los cajones. Los vaciaba sobre el piso en busca de algo que no aparecía. Hernán, su hijo, lo miraba desde una distancia prudente sin saber muy bien que hacer, ya que nunca antes había visto a su padre tan enojado.
-Ahí estás, hijo. Vení, dame una mano. Necesito que revises la cajonera que está debajo del Holovisor. Estoy buscando un documento muy importante, es un contrato que dice Federación Intergaláctica de Planetas.-
Sin perder ni un segundo Hernán obedeció a su padre y se dispuso a revisar papel por papel donde Rodrigo le había indicado. Mientras tanto, éste seguía buscando frenéticamente por el resto del módulo.
 -¿Por qué hay que encontrar eso papá?- Preguntó Hernán mientras revisaba un pila de hojas.
 –Porque es importante- Respondió su padre sin levantar la cabeza.
 -¿Y por qué es importante? Retrucó Hernán.
 –Bueno, porque... es difícil de explicar, cosas legales… ¿viste?- E intentó cambiar de tema esperando que su hijo se olvide de la pregunta y vuelva a la búsqueda, pero eso no fue suficiente para calmar la curiosidad de Hernán, que veía toda esa situación con extrañeza, como si fuese un juego más.
–Bueno, mirá, el tema es así. Hace un par de semanas hice un trabajo para la Federación. ¿Te acordás que me fui por unos días?
-Si, me acuerdo-
-Bueno, el trabajo, según me habían dicho, era llevar un cargamento al Planeta P, en la otra punta de la galaxia. El dinero era bueno, y las otras veces que había trabajado para ellos había salido todo bien, así que acepté. Yo sabía que la Federación Intergaláctica de Planetas estaba teniendo problemas con algunos planetas deshabitados del extremo galáctico y cuando les pregunté, me dijeron que el cargamento era de provisiones para los operarios. Pero cuando llegué allá descubrí que nada era como me habían dicho. Primero, el Planeta P no estaba deshabitado, sino que moraban ahí unas criaturas monstruosas, especie de insectos gigantes, amarillos con rayas negras, de varios metros de altura, con patas filosas y bocas con tenazas prensiles. Eran millones, se movían en grupos gigantescos. Unos sobre otros, arremolinados siguiendo el rastro de mi nave. Chillando para avisar a los otros insectos hacía donde me dirigía.
Al acercarme al punto de entrega, vi que el lugar era un fuerte militar improvisado, completamente rodeado por esas horrendas criaturas que intentaban una y otra vez, sortear las defensas del lugar y tomarlo por asalto. Finalmente, al descender en el helipuerto, descubrí que no eran operarios los que allí se encontraban sino soldados. Parece que la Federación estaba invadiendo todo ese sector poco explorado de la galaxia y se había encontrado con la fauna local dispuesta a resistir. Para colmo, lo que estaba llevando no eran provisiones, sino armas. Ni bien descendí, en lugar de realizar la descarga, todo el personal de la base se subió a la nave y me pidieron por favor que los sacara de ahí. Mientras nos íbamos pude ver como las defensas de la base fallaban y las hordas de insectos gigantes tomaban el lugar, devastándolo.
Nunca me había sentido peor en mi vida, me habían engañado como nunca antes. De haberlo sabido, nunca hubiese aceptado ese trabajo. Mintieron porque nadie hubiese aceptado ese trabajo sabiendo que ellos eran los invasores. Para colmo, hace un rato me llamaron los abogados de la Federación intimándome a pagarles por haber incumplido el contrato y ayudar a desertar a sus soldados ¡Dicen que soy yo el culpable de que hayan perdido la base! ¡Que ridículos por favor!-.
Mientras Rodrigo terminaba de desahogarse, Hernán miró debajo de un álbum de fotos y encontró el documento que su padre tan desesperadamente buscaba. Lo levantó a la altura de su rostro con expresión ganadora y sin decir palabra se lo dio. Rápidamente Rodrigo buscó entre las hojas.
– ¡Acá está! Artículo 765.324f... “Planeta deshabitado”... “Personal civil” y está firmado por el reclutador en jefe.-
-¿Y eso que quiere decir?- Preguntó Hernán desconcertado.
–Eso quiere decir que a la Federación Intergaláctica de Planetas se le terminaron las mentiras-.

lunes, 14 de abril de 2014

A Itineris



 “El perro se acercó al extraño con curiosidad. Nunca había sentido un olor parecido, pero algo en su forma de caminar lo mantenía tranquilo. Quiso verle la cara, pero se encontró con su propio reflejo en el casco del visitante, que siguió caminando sin prestarle atención.
 Era junio, y por las noches hacía mucho frío. El extraño no se cruzaría más que con el perro, a no ser que alguien lo estuviese esperando. Las botas de su traje espacial aplastaban la abundante maleza. El perro siguió al hombre, mientras este se acercaba a un grupo de árboles buscando algo. Aparentemente lo encontró, pues se sacó el casco y habló a la oscuridad:
- Ya estoy listo.

 No pude resistirlo, y salí de mi escondite antes de saber a quién le hablaba.
-¡No te vayas, Norberto!
 Todo sucedió muy rápido. Tu tío Norberto se sobresaltó, y apenas reaccionó fue con mucho enojo. Alguien me agarró de atrás, inmovilizándome completamente. El perro comenzó a ladrarnos a los tres.
-¿Qué haces acá, Rodrigo? ¡Te dije que te quedes en casa! – tu tío estaba alteradísimo.
-¿No te das cuenta que esto está mal? ¡Mirá como me tienen agarrado!
Norberto se quedó helado.
-Soltalo, Alea – el tal Alea aflojó un poco la tensión, sin dejar de agarrarme. - Soltalo te dije- en un movimiento brusco, me deshice del agarrón yo mismo.
-¿Le dijiste algo a papá?- Norberto realmente estaba preocupado.
- ¿Como te iba a hacer eso? Pero tenés que dejar esto.
-No seas cobarde. Me voy, hoy mismo. Necesito que lo entiendas.

 Y entonces se me acercó y puso una mano en mi hombro. Entendí que el destino de mi hermano continuaba en Itineris, y no en la tierra. Le di un abrazo que él, con su traje puesto, no pudo responder. No había nada más que decir. No era un adiós, era un hasta luego. Pero era uno bastante doloroso.
 Lamenté no tener edad aún para pilotear una nave… a diferencia de Norberto yo no tenía la posibilidad de desobedecer a nuestros padres y comenzar prematuramente mi carrera en otro planeta.
 La nave de Alea, el caza talentos, desapareció entre las estrellas, dejándome a los catorce años más solo que nunca. El perro se me acercó y lamió mi mano. Lo acaricié en la cabeza, y volví a casa con él a mi lado".

martes, 8 de abril de 2014

Sorteo de Sueños Futuros en facebook

 Festejando que superamos los 500 soñadores en facebook, lanzamos un sorteo. Se participa en nuestra página. ¡Están invitados!


lunes, 31 de marzo de 2014

Júpiter Tango


-Recuerdo un trabajo muy raro que me había tocado hacer hace bastante. Estaba en Europa, una de las lunes de Júpiter, descansado en un bar luego de haber entregado un pedido, cuando una mujer entró al lugar apurada y se dirigió directo al baño sin decir demasiado. Ella pasó desapercibida para la mayoría de los que estaban ahí, pero no para mí. Era joven, atlética y al mismo tiempo muy sofisticada, de veintitantos, tenía el pelo negro con tintes violetas y vestía un short amarillo que hacía juego con su camisa sin mangas. Después de unos minutos, salió del baño y se sentó en la barra. Habló en voz baja con el dueño del lugar, luego este se acercó a mí y me dijo que la señorita estaba buscando alguien que tuviese una nave de carga rápida, dispuesto a hacer una entrega inmediata.
 Me acerqué para hablarle y noté que a pesar de ocultarlo muy bien, estaba aterrada y sola. Su nombre era Faye. Debía entregar un paquete urgentemente a Ganímedes, la luna vecina, pero su nave se había descompuesto y no podía esperar a que terminen las reparaciones. Antes de que pudiera decirle que acababa de terminar un viaje y necesitaba descansar, ofreció pagarme una suma gigantesca: casi cinco veces más de lo que un viaje así costaría en un servicio de primera clase. Acepté con cierto reparo, pero no fue por el dinero, sino porque se notaba que era una chica en apuros y no podía dejarla ir sin ayuda. Lo que debía transportar eran unos contenedores, uno bastante grande y tres más pequeños.
Al poco tiempo de despegar, cuando estábamos saliendo de la órbita de Europa escuché un ruido en el compartimiento de carga y eso fue lo último que recuerdo antes de perder la conciencia. No sé por cuento tiempo estuve desmayado, pero recuerdo haberme despertado con un dolor terrible de cabeza, como si me hubiesen disparado con el neuroparalizador mas poderoso del universo. Estaba atado de pies y manos en el compartimiento de carga de mi nave. A mi lado, también atada e inconciente, estaba Faye. Poco tiempo después se abrió la puerta del compartimiento y apareció una figura humanoide. Parecía un Czarniano bastante corpulento, lo cual resultaba extraño porque los Czarnianos, hasta donde yo tenía entendido, se habían extinguido desde hacía bastante tiempo. Casi al mismo momento que nuestro captor abrió la puerta Faye recuperó la conciencia, justo para ver al Czarniano acercársenos amenazante. En ese mismo momento de uno de los contenedores que habíamos cargado antes salió una niña de once años y, a sus espaldas, sin que el Czarniano se enterase, le disparó con un pulso onírico. El Czarniano cayó dormido inmediatamente y la niña saltó de la caja donde estaba escondida, mientras cantaba y bailaba alegre por su victoria. Para el fastidio de Faye me liberó primero a mí y se presentó como Edward. De otra caja sacaron un pequeño perro regordete que la acompañaba.
Faye estaba molesta. Edward quería una parte del botín: ellas eran cazadoras de recompensas y el Czarniano tenía un precio para la policía de Ganímedes. Como Edward la había ayudado debían compartir el dinero.
Poco antes de llegar a nuestro destino se nos acercó una nave carguero de la cual despegó una roja mas pequeña armada con un gran cañón delantero. Antes de que pudiese reaccionar Faye, Edward, el perrito, y el Czarniano dormido, estaban a bordo del módulo de escape de mi nave rumbo al carguero y yo estaba solo, con varias cajas vacías y sin mi pago.-


-Y esa fue la última vez que acepté trabajar para damiselas en apuros sin cobrar una seña por adelantado...-

lunes, 24 de marzo de 2014

Juguetes nuevos



 Rodrigo llamó por tercera vez a Hernán, que no se despegaba del holovisor. Un promotor estaba describiendo un juguete nuevo, que a Hernán le parecía la felicidad misma.
- Pa, ¿Cuál fue tu primer trabajo?- Hernán finalmente fue a la cama- ¿y cuantos años tenías?
- ¿Estás pensando en trabajar? Ya te dije que no es  por la plata... que si la semana que viene seguís queriendo el juguete, te lo compro.- Y al tiempo que le hacía cosquillas agregó:- Pero me parece que es un capricho nada más.

 “Vos sabés que siempre fui piloto, hasta durante la guerra. Pero mi primer trabajo en realidad fue antes de manejar una nave. Fue en las vacaciones de… dejame ver… en el 3574. Yo tenía unos quince años, y tus abuelos pensaron que iba ser bueno para mí entender el valor del trabajo. Entonces le pidieron a Corlino, un amigo del abuelo, que me dejara trabajar en su negocio un par de meses.
 Corlino era un hombre serio y callado, con el que no me gustaba estar. Pero él casi siempre estaba muy ocupado, concentrado en ganar más plata. Yo, mientras tanto, estaba maravillado con la “tecnología interplanetaria” que vendíamos. Y como mi tarea principal era hacer una lista de los haberes en depósito,
casi todo el tiempo estaba solo y podía distraerme probando cosas.
 Un día estaba jugando con un micro-ser, una especie de robotito diseñado para crecer y aprender cosas de su dueño, y Corlino entró de golpe. Yo pensé que iba a retarme pero, por el contrario, me dijo que ya que había demostrado ser de confianza iba a llevarme a Ghosinp, a comprar productos exóticos para el local.
 Ghosinp es un planeta dedicado exclusivamente a la venta y compra de todas las cosas imaginables. Aunque se jacta de haber sido neutral en todos los conflictos galácticos, en realidad varios de esos conflictos surgieron allá, y es un lugar en el que la única ley es el valor de la plata; en otras palabras, es un lugar muy peligroso y lleno de mafiosos, disfrazado de parque de diversiones.
 Corlino me ordenó que llevara una caja, sorprendentemente pesada para su tamaño. Me advirtió que no me separase de él, y entramos en un negocio sucio y oscuro. Era una librería, pero los clientes parecían más interesados en hablar entre sí que en los libros.
 Corlino habló con el librero en un idioma extraño,  seguramente Ghosinpeano. Durante la conversación me señaló varias veces. Mi curiosidad iba en ascenso, así que cuando no me prestaban atención, abrí una porción del paquete para ver qué estaba llevando.¡Eran armas! ¡Corlino era un traficante!
 Sin perder ni un minuto, salí corriendo. La multitud y el bullicio me ayudarían a escapar, pensé. No contaba con que Corlino, o su comprador, tuvieran cómplices o guardias. En menos de un segundo, tenía a media docena de hombres persiguiéndome, entre los que estaba el mismo Corlino, demasiado inteligente y soberbio como para tratar de justificarse conmigo.
 Me gritaban “ladrón”, por lo que era cuestión de tiempo para que algún valiente, creyendo hacer el bien, me detuviera. Yo sabía que evitar que esas armas lleguen a destino era salvar vidas arriesgando la mía propia, y también sabía que nadie en todo el planeta iba a ayudarme. Saqué un arma del paquete, un dispersador de moleculas, y dejé de correr.
 Corlino y los otros me rodearon, cerrando el círculo en forma cuidadosa y pausada.
-Pibe, danos la caja y te podés ir tranquilo a donde quieras. Si no, game over.
 Yo no quería morir, pero tampoco quería matar a nadie. Por eso en vez de apuntar hacia ellos apunté hacia la caja, y me hice el que no tenía miedo:
- No entendés como es esto, Corlino. Yo sé como funcionan varios dispersadores potenciados entre sí. O bajan las armas o estamos todos fritos.”

-Como ves, no duré mucho en mi primer trabajo. Ni gané mucha plata. Pero no cualquiera desmantela un grupo de traficantes a los quince años.

lunes, 17 de marzo de 2014

Pesadilla



-¡Ahhgghhhhhh!!!!!!-
Hernán se despertó en el medio de la noche gritando, estaba agitado y bañado en sudor frío. Rodrigo entró a la habitación corriendo, alertado por los gritos de su hijo. Lo abrazó para tranquilizarlo. Había tenido una pesadilla.
 Entre sollozos Hernán dijo que en su sueño se encontraba frente a una figura enorme. Parecía ser una humana, pero muy extraña, con rasgos tan horribles como majestuosos. Estaba atrapada en un símbolo religioso de la antigüedad, de proporciones tan grandes como las de la criatura. A pesar de estar con vida no luchaba por escapar, simplemente esperaba. Esperaba a que apareciese el ángel vengador que cumpliría su destino y la humanidad dejara de existir. Luego, Hernán vio un resplandor y cuando todo a su alrededor comenzó a desaparecer devorado por el fuego sagrado, despertó.
-No te preocupes, hijo. Ya pasó. Fue un mal sueño- dijo Rodrigo en tono calmo. Hernán asentía entre lágrimas aferrándose a su padre como a un bote salvavidas en el medio del océano neptuniano.
 -Tengo miedo- dijo Hernán –de que sea Nyaghhathogga que volvió desde el centro del universo a buscarte por haberte escapado hace años- alcanzó a decir mientras se limpiaba las lágrimas del rostro.
Una leve sonrisa de culpabilidad se asomó al rostro de Rodrigo, que volvió a recordarse a sí mismo no volver a contarle historias de terror a su hijo.
–No tengas miedo, Nyaghhathogga no tiene nada que ver con tu sueño. Ese ser volvió a su lugar de origen hace mucho. Mi expedición no fue más que un suspiro en su larga vida. Lo que tuviste vos fue un sueño muy especial, no tuvo nada que ver con esa otra historia. Fue en realidad una parte del inconciente colectivo, que debe haberse escapado de la bóveda de los recuerdos, cerca de Plutón. Escuché hace un tiempo que le tenían que hacer unos arreglos al mecanismo de refrigeración, y a lo mejor se les escapó un fragmento de recuerdo ajeno. Es más, por lo que decís se parece a una leyenda terrícola que me contaron hace mucho. Transcurre en la tierra, pero hace muchísimo tiempo, antes de que existiesen los viajes interplanetarios incluso.
 Decía la leyenda que si un ángel se juntaba con esa figura que vos viste, tendría lugar el juicio final, el fin del mundo. Por eso un grupo de héroes hacía todo lo posible para evitarlo.
 –A há.- Alcanzó a decir Hernán, ya más tranquilo, mirando a su padre.
 – ¡Mirá como pensaban los terrícolas de la antigüedad! Como no conocían certeramente la vida fuera del planeta tierra, se creían el centro del Universo. ¡El Apocalipsis consistía en destruir solo al planeta tierra! Que gracioso, ¿no? Ahora, si se destruye un planeta, si bien sería algo terrible, hay muchísimos planetas para habitar, y la tecnología para revertir casi cualquier catástrofe. Pero en esa época no, y si Dios destruía el planeta, ya está, se terminó la vida. Había un término para definir esa forma de pensar: egocentrismo. Los humanos se creían los mas importantes, no solo dentro de su planeta con las otras especies que lo habitaban, ¡sino de todo el cosmos!
Si bien seguía agitado por el mal sueño, Hernán rió un poco al escuchar las últimas palabras que había dicho su padre. Costaba creer que los humanos hubiesen recorrido un camino tan extenso.
 -¿Y que sintieron los terrícolas cuando se dieron cuenta de que no eran los mas importantes del Universo?- remató Hernán.
–Uff, esa es otra historia, hijo… una bastante complicada.-

lunes, 10 de marzo de 2014

Los desconocedores



 - Pa, hoy en la escuela me hablaron de los Desconocedores. ¿O no que no existen?
- ¡Claro que existen! Mirá… vos estás acostumbrado a nuestra tecnología, y al hecho de que hay cientos de razas inteligentes desperdigadas en distintos puntos del universo. Pero imaginate que lo único que conocés es tu planeta, o ni siquiera eso… una porción de tu planeta. Que no tenés manera de viajar al espacio ni de ver hacia las estrellas más que con tu propia vista…

“Brod-Erck, el brujo, lanzó las hierbas a las llamas que las consumieron en un único e intenso abrazo. Luego, lanzando sus brazos al cielo, entonó el cántico ancestral. Como cada noche, el brujo cantaba para despertar a la gran ballena Güel, en cuya mente estaba el universo. Pues el universo era solo una idea en la cabeza de Güel, y sin ella el mundo y las estrellas se ahogarían en el Mar de Luz y Nada.
 El brujo contempló con alegría como la gran ballena abría primero un ojo, y luego el otro: los dos soles amanecieron en Ingüel. Brod-Erck estaba por irse satisfecho, cuando un tercer sol se encendió en el firmamento. Pequeño, primero, fue creciendo rápidamente al tiempo que se acercaba hacia el suelo con el estruendo de mil tormentas.
 Mientras el astro bajaba a tierra, Brod-Erck se escondió detrás de una roca. Con sorpresa vio como el pequeño sol se apagaba hasta volverse del color de las rocas, y un pequeño dios descendía de su interior. Si era un enviado de Güel, se acercaban o bien tiempos de grandes guerras, o de gran paz. Él se encargaría de dejarle una señal, no debía ser importunado.
 El dios se acercó hacia el fuego. Bord-Erck lamentó no haber sido lo suficientemente rápido como para apagarlo y tomar todas sus cosas. Ya no era joven y ágil como en sus años de aprendiz, aunque todavía tenía el vigor suficiente para subir cada día al punto más elevado del monte a buscar sus hierbas y hongos. El dios tomó su bolso y lo revolvió. Tomó algunas de sus provisiones y gritó algo ininteligible. Después les apuntó con una luz mágica, sonrió, las cocinó en el fuego sagrado, y se las comió. Brod-Erck se preguntó si dentro de cada punto de luz en el cielo habría un dios hambriento.
 La deidad se levantó, con apariencia satisfecha, y gritó de nuevo unas palabras. Parecía dirigirse a Brod-Erck, y éste estuvo seguro que así lo era. El dios tomó un cuchillo y se hizo un pequeño tajo en el brazo. Después, apuntó a la pequeña línea roja con un artefacto de luz similar al que había usado antes, hasta que la piel sanó. Dejó el artefacto en el suelo, subió a su nave, y despegó.
 Cuando el nuevo sol tomó otra vez su lugar en los cielos, Brod-Erck se acercó al artefacto y lo tomó. El dios le había obsequiado a su pueblo magia sanadora. Sin dudas venían tiempos de paz.”

- ¿Y le dejaste el Cicatrizador de tu nave?
- Creí que debía dejarle algo a cambio de la comida, y sin dudas nuestro dinero no iba a servirle de nada. Lo curioso es que, hasta que no están listos, cualquier visita que hagas u objeto que le dejes a un Desconocedor, va a ser tomado como magia, o a incorporarse de alguna forma a sus leyendas. El conocimiento lleva un largo camino, en el que no hay atajos.

lunes, 3 de marzo de 2014

Sinfonía del Universo



-¿Papá, por que pasan las cosas?

-Es difícil saberlo hijo, no lo sé, hay muchas teorías. Muchas escuelas científicas que se contradicen entre si.

-¿Y vos que crees?

 "La verdad que no se cómo se llama, pero cuando estaba en la escuela, una tarde volviendo de clase vi un edificio muy antiguo al que nunca le había prestado atención. Parecía una antigua biblioteca y estaba clausurado por peligro de derrumbe desde hacía muchísimo tiempo. Era en realidad un edificio histórico de la antigua civilización terrestre, de esos que ya ni a los arqueólogos les interesa y a los que nadie presta atención. A mi tampoco me había llamado la atención, pero esa tarde pude escuchar, proviniendo de su interior, una melodía muy suave y lejana.
Sorteando los escombros de la entrada pude ingresar al edificio y, guiado por la música, fui adentrándome por su laberíntico interior. A medida que avanzaba podía escuchar cómo aumentaba el volumen de la música. Casi completamente a oscuras, llegué hasta lo que parecía una desvencijada puerta de madera, corroída por los años. Por entre las rendijas se filtraba una tenue y sutil luz que parpadeaba cada tanto. Me acerqué a espiar por entre las maderas y apenas pude ver un bulto moviéndose en la lejanía. Parecía atareado y no me notó, o eso creí, así que de a poco abrí la puerta, despacio para no hacer ruido, y me deslicé dentro. Sin embargo, ni bien terminé de entrar en la habitación, la música dejó de sonar y en ese momento preciso el mundo se detuvo.
Estaba de espaldas sentado frente a un piano con una partitura delante suyo. Parecía un robot de algún tipo que no conocía. Era difícil determinar dónde terminaba el autómata y dónde comenzaba el instrumento musical. La figura miró por sobre su hombro y luego volvió la vista al instrumento y la música prosiguió. Era una melodía hipnotizante, que me transportó por los más diversos recuerdos de mi vida. Era fuerte como un tornado jupiteriano, pero al mismo tiempo sutil como los pétalos de una orquídea pleyadiana. La música representaba los amaneceres en Neptuno y los atardeceres en Mercurio, era el motor mismo del Universo lo que podía escuchar saliendo de ese extraño órgano.
Sin siquiera darse vuelta el autómata me habló con una voz oxidada:
 -¿Sería usted tan amable de hacerme un favor, desconocido visitante? Estoy necesitando un poco de lubricante para suavizar el pedal izquierdo, de lo contrario próximamente las lunas de Saturno dejarán de girar y eso sería un problema muy serio para los habitantes de Titán, el mayor de sus satélites. Se encuentra ahí cerca, en la tercera gaveta del mueble al otro extremo del salón.
 Sin comprender demasiado lo que me estaba diciendo encontré un frasco cargado de aceite y un aplicador. Siguiendo sus indicaciones le apliqué el aceite a uno de los engranajes de su robótica pierna, y a partir de ese momento comenzó a moverse un poco más armoniosamente respecto de las otras extremidades.
 –Ah, muchas gracias, joven, mucho mejor. Claro que este favor no pasará desapercibido. No hace falta que me diga su nombre ni a qué escuela asiste, le aseguro que su visita a este lugar no ha sido fortuita ni pasará desapercibida para el gran esquema de las cosas.
No lograba comprender demasiado las cosas que ese autómata estaba diciéndome, así que solamente me limité a asentir cada vez que parecía haber concluido una idea. Francamente, la melodía que tocaba era demasiado maravillosa como para poder prestarle atención a cualquier otra cosa.
Luego de un tiempo, se dio vuelta para hablarme.
 -Hasta aquí llega nuestro encuentro joven, mis engranajes están muy fatigados ya como para seguir tocando esta música, va llegándome la hora de crear un reemplazo en algún otro lugar del cosmos. Espero que le vaya bien en su vida, que sea feliz y que tome las decisiones que considere siempre acertada
s, ya que uno toca la sinfonía del Universo, pero el libre albedrío es algo intocable. Debo regresar pronto a mis obligaciones, las melodías repetidas funcionan solo durante poco tiempo. Hasta luego, ha sido un gusto verle jovencito, ha llegado la hora de irse.-
 Y en el momento en que volvió a conectarse al instrumento musical, el edificio comenzó a estremecerse desde sus cimientos. Tuve que correr escapando para no quedar atrapado entre los escombros y salí en el momento exacto en que el edifico colapsó, destruyendo todo lo que había dentro.
Cosas muy extrañas ocurrieron en los días siguientes: el Sol se apagó por cuarta vez en la historia moderna, hubieron perturbaciones en las órbitas de los cuerpos celestes y en los ritmos circadianos de la biología. Pero poco después todo volvió a la normalidad como si nada hubiese pasado. Incluso la mayoría de la gente parece haberse olvidado de esos días de reajuste en las reglas de la naturaleza. La canción parecía ser la misma, pero el intérprete era otro.
Como el robot había dicho: “el libre albedrío es intocable”. En eso creo."

lunes, 24 de febrero de 2014

El festival de las máscaras



 Hernán estudiaba la foto que le acababa de dar su papá. No estaba acostumbrado a las imágenes impresas en papel. Tampoco estaba acostumbrado a ver a su padre de chico, aunque tuviera la cara tapada.

 “El festival de máscaras de Bufeiz es algo digno de ser visto. Tu abuela, como regalo de cumpleaños, nos consiguió dos pasajes. Eran solo dos pasajes porque en ese momento tu abuelo acababa de cerrar el taller y todavía no nos habíamos acomodado económicamente. Además, ir a Bufeiz en temporada alta era un lujo de pocos. En esa época todavía quedaban algunos lugares en el universo donde se le daba mucho valor a lo exclusivo.
 Pero bueno, lo importante es que tu abuela y yo fuimos a Bufeiz. Casi lo primero que hicimos al llegar fue ir a uno de los muchos negocios de máscaras, a comprar una para el festival. Había mil diseños, de mil formas y colores diferentes. Representaban animales y criaturas de todas las galaxias conocidas, y las había con distintos adornos y símbolos que podían elegirse según tu propio gusto, y según tu propio bolsillo.
 Pasamos un buen rato eligiendo hasta que los dos nos fuimos conformes. Además de las máscaras, habíamos comprado el Proyector, una especie de máquina de humo, fundamental para que funcione el dispositivo. Porque lo más importante de las máscaras no era cubrirse la cara con formas graciosas, sino que toda la realidad cambiaba al tener una puesta. El mundo se transformaba en lo que querías que fuera.
 A través de la máscara, y con solo desearle, podíamos proyectar imágenes, jugar con las formas y los colores, crear y compartir cosas. En el centro del festival, en plena calle, cientos de personas mostraban sus recuerdos, sus vidas, sus sueños. La gente podía conocerse a través de las proyecciones donde veía los gustos del otro, su capacidad para imaginar cosas nuevas o para proyectar en bellas imágenes lo que les había pasado.
 Naves increíbles, animales exóticos, músicas extrañas, y hasta gente de otras épocas y espacios, todo se mezclaba entre la multitud. Y alrededor de la muchedumbre, aumentando la ilusión de infinitud, habían sido colocadas grandes paredes hechas de espejos. Mientras la mayoría charlaba y conocía gente animadamente, muchos se observaban y examinaban a sí mismos frente a un espejo. Me acerqué con curiosidad.
 Disfruté lo que apareció. A través de la máscara, pude ver la imagen de mí mismo que, casi sin notar, había creado. En el espejo, yo era un poco más alto, y mis facciones eran más agradables. Tenía un aire de inteligencia y rebeldía en la mirada. Y una sonrisa perfecta. Al principio me gustó, pero después empezó a inquietarme. Ese no era realmente yo.    
 Me saqué la máscara. Por el reflejo, pude ver atrás mío que mi mamá hacía lo mismo.
-Después de un rato aburre, ¿no?- me dijo-. Ver tantas maravillas que se vuelven humo al tocarlas.”

- ¿Algún día me vas a llevar a Bufeiz, pa?- preguntó Hernán.- Yo quiero jugar a inventar cosas como el tío, o a viajar por todos lados como vos.
- Sí, algún día si querés te llevo al festival. Pero tenés que acordarte lo que te acabo de contar. Porque ahí fue donde aprendí que todas las máscaras, hasta las más bellas y elaboradas, terminan por caerse.