lunes, 31 de marzo de 2014

Júpiter Tango


-Recuerdo un trabajo muy raro que me había tocado hacer hace bastante. Estaba en Europa, una de las lunes de Júpiter, descansado en un bar luego de haber entregado un pedido, cuando una mujer entró al lugar apurada y se dirigió directo al baño sin decir demasiado. Ella pasó desapercibida para la mayoría de los que estaban ahí, pero no para mí. Era joven, atlética y al mismo tiempo muy sofisticada, de veintitantos, tenía el pelo negro con tintes violetas y vestía un short amarillo que hacía juego con su camisa sin mangas. Después de unos minutos, salió del baño y se sentó en la barra. Habló en voz baja con el dueño del lugar, luego este se acercó a mí y me dijo que la señorita estaba buscando alguien que tuviese una nave de carga rápida, dispuesto a hacer una entrega inmediata.
 Me acerqué para hablarle y noté que a pesar de ocultarlo muy bien, estaba aterrada y sola. Su nombre era Faye. Debía entregar un paquete urgentemente a Ganímedes, la luna vecina, pero su nave se había descompuesto y no podía esperar a que terminen las reparaciones. Antes de que pudiera decirle que acababa de terminar un viaje y necesitaba descansar, ofreció pagarme una suma gigantesca: casi cinco veces más de lo que un viaje así costaría en un servicio de primera clase. Acepté con cierto reparo, pero no fue por el dinero, sino porque se notaba que era una chica en apuros y no podía dejarla ir sin ayuda. Lo que debía transportar eran unos contenedores, uno bastante grande y tres más pequeños.
Al poco tiempo de despegar, cuando estábamos saliendo de la órbita de Europa escuché un ruido en el compartimiento de carga y eso fue lo último que recuerdo antes de perder la conciencia. No sé por cuento tiempo estuve desmayado, pero recuerdo haberme despertado con un dolor terrible de cabeza, como si me hubiesen disparado con el neuroparalizador mas poderoso del universo. Estaba atado de pies y manos en el compartimiento de carga de mi nave. A mi lado, también atada e inconciente, estaba Faye. Poco tiempo después se abrió la puerta del compartimiento y apareció una figura humanoide. Parecía un Czarniano bastante corpulento, lo cual resultaba extraño porque los Czarnianos, hasta donde yo tenía entendido, se habían extinguido desde hacía bastante tiempo. Casi al mismo momento que nuestro captor abrió la puerta Faye recuperó la conciencia, justo para ver al Czarniano acercársenos amenazante. En ese mismo momento de uno de los contenedores que habíamos cargado antes salió una niña de once años y, a sus espaldas, sin que el Czarniano se enterase, le disparó con un pulso onírico. El Czarniano cayó dormido inmediatamente y la niña saltó de la caja donde estaba escondida, mientras cantaba y bailaba alegre por su victoria. Para el fastidio de Faye me liberó primero a mí y se presentó como Edward. De otra caja sacaron un pequeño perro regordete que la acompañaba.
Faye estaba molesta. Edward quería una parte del botín: ellas eran cazadoras de recompensas y el Czarniano tenía un precio para la policía de Ganímedes. Como Edward la había ayudado debían compartir el dinero.
Poco antes de llegar a nuestro destino se nos acercó una nave carguero de la cual despegó una roja mas pequeña armada con un gran cañón delantero. Antes de que pudiese reaccionar Faye, Edward, el perrito, y el Czarniano dormido, estaban a bordo del módulo de escape de mi nave rumbo al carguero y yo estaba solo, con varias cajas vacías y sin mi pago.-


-Y esa fue la última vez que acepté trabajar para damiselas en apuros sin cobrar una seña por adelantado...-

lunes, 24 de marzo de 2014

Juguetes nuevos



 Rodrigo llamó por tercera vez a Hernán, que no se despegaba del holovisor. Un promotor estaba describiendo un juguete nuevo, que a Hernán le parecía la felicidad misma.
- Pa, ¿Cuál fue tu primer trabajo?- Hernán finalmente fue a la cama- ¿y cuantos años tenías?
- ¿Estás pensando en trabajar? Ya te dije que no es  por la plata... que si la semana que viene seguís queriendo el juguete, te lo compro.- Y al tiempo que le hacía cosquillas agregó:- Pero me parece que es un capricho nada más.

 “Vos sabés que siempre fui piloto, hasta durante la guerra. Pero mi primer trabajo en realidad fue antes de manejar una nave. Fue en las vacaciones de… dejame ver… en el 3574. Yo tenía unos quince años, y tus abuelos pensaron que iba ser bueno para mí entender el valor del trabajo. Entonces le pidieron a Corlino, un amigo del abuelo, que me dejara trabajar en su negocio un par de meses.
 Corlino era un hombre serio y callado, con el que no me gustaba estar. Pero él casi siempre estaba muy ocupado, concentrado en ganar más plata. Yo, mientras tanto, estaba maravillado con la “tecnología interplanetaria” que vendíamos. Y como mi tarea principal era hacer una lista de los haberes en depósito,
casi todo el tiempo estaba solo y podía distraerme probando cosas.
 Un día estaba jugando con un micro-ser, una especie de robotito diseñado para crecer y aprender cosas de su dueño, y Corlino entró de golpe. Yo pensé que iba a retarme pero, por el contrario, me dijo que ya que había demostrado ser de confianza iba a llevarme a Ghosinp, a comprar productos exóticos para el local.
 Ghosinp es un planeta dedicado exclusivamente a la venta y compra de todas las cosas imaginables. Aunque se jacta de haber sido neutral en todos los conflictos galácticos, en realidad varios de esos conflictos surgieron allá, y es un lugar en el que la única ley es el valor de la plata; en otras palabras, es un lugar muy peligroso y lleno de mafiosos, disfrazado de parque de diversiones.
 Corlino me ordenó que llevara una caja, sorprendentemente pesada para su tamaño. Me advirtió que no me separase de él, y entramos en un negocio sucio y oscuro. Era una librería, pero los clientes parecían más interesados en hablar entre sí que en los libros.
 Corlino habló con el librero en un idioma extraño,  seguramente Ghosinpeano. Durante la conversación me señaló varias veces. Mi curiosidad iba en ascenso, así que cuando no me prestaban atención, abrí una porción del paquete para ver qué estaba llevando.¡Eran armas! ¡Corlino era un traficante!
 Sin perder ni un minuto, salí corriendo. La multitud y el bullicio me ayudarían a escapar, pensé. No contaba con que Corlino, o su comprador, tuvieran cómplices o guardias. En menos de un segundo, tenía a media docena de hombres persiguiéndome, entre los que estaba el mismo Corlino, demasiado inteligente y soberbio como para tratar de justificarse conmigo.
 Me gritaban “ladrón”, por lo que era cuestión de tiempo para que algún valiente, creyendo hacer el bien, me detuviera. Yo sabía que evitar que esas armas lleguen a destino era salvar vidas arriesgando la mía propia, y también sabía que nadie en todo el planeta iba a ayudarme. Saqué un arma del paquete, un dispersador de moleculas, y dejé de correr.
 Corlino y los otros me rodearon, cerrando el círculo en forma cuidadosa y pausada.
-Pibe, danos la caja y te podés ir tranquilo a donde quieras. Si no, game over.
 Yo no quería morir, pero tampoco quería matar a nadie. Por eso en vez de apuntar hacia ellos apunté hacia la caja, y me hice el que no tenía miedo:
- No entendés como es esto, Corlino. Yo sé como funcionan varios dispersadores potenciados entre sí. O bajan las armas o estamos todos fritos.”

-Como ves, no duré mucho en mi primer trabajo. Ni gané mucha plata. Pero no cualquiera desmantela un grupo de traficantes a los quince años.

lunes, 17 de marzo de 2014

Pesadilla



-¡Ahhgghhhhhh!!!!!!-
Hernán se despertó en el medio de la noche gritando, estaba agitado y bañado en sudor frío. Rodrigo entró a la habitación corriendo, alertado por los gritos de su hijo. Lo abrazó para tranquilizarlo. Había tenido una pesadilla.
 Entre sollozos Hernán dijo que en su sueño se encontraba frente a una figura enorme. Parecía ser una humana, pero muy extraña, con rasgos tan horribles como majestuosos. Estaba atrapada en un símbolo religioso de la antigüedad, de proporciones tan grandes como las de la criatura. A pesar de estar con vida no luchaba por escapar, simplemente esperaba. Esperaba a que apareciese el ángel vengador que cumpliría su destino y la humanidad dejara de existir. Luego, Hernán vio un resplandor y cuando todo a su alrededor comenzó a desaparecer devorado por el fuego sagrado, despertó.
-No te preocupes, hijo. Ya pasó. Fue un mal sueño- dijo Rodrigo en tono calmo. Hernán asentía entre lágrimas aferrándose a su padre como a un bote salvavidas en el medio del océano neptuniano.
 -Tengo miedo- dijo Hernán –de que sea Nyaghhathogga que volvió desde el centro del universo a buscarte por haberte escapado hace años- alcanzó a decir mientras se limpiaba las lágrimas del rostro.
Una leve sonrisa de culpabilidad se asomó al rostro de Rodrigo, que volvió a recordarse a sí mismo no volver a contarle historias de terror a su hijo.
–No tengas miedo, Nyaghhathogga no tiene nada que ver con tu sueño. Ese ser volvió a su lugar de origen hace mucho. Mi expedición no fue más que un suspiro en su larga vida. Lo que tuviste vos fue un sueño muy especial, no tuvo nada que ver con esa otra historia. Fue en realidad una parte del inconciente colectivo, que debe haberse escapado de la bóveda de los recuerdos, cerca de Plutón. Escuché hace un tiempo que le tenían que hacer unos arreglos al mecanismo de refrigeración, y a lo mejor se les escapó un fragmento de recuerdo ajeno. Es más, por lo que decís se parece a una leyenda terrícola que me contaron hace mucho. Transcurre en la tierra, pero hace muchísimo tiempo, antes de que existiesen los viajes interplanetarios incluso.
 Decía la leyenda que si un ángel se juntaba con esa figura que vos viste, tendría lugar el juicio final, el fin del mundo. Por eso un grupo de héroes hacía todo lo posible para evitarlo.
 –A há.- Alcanzó a decir Hernán, ya más tranquilo, mirando a su padre.
 – ¡Mirá como pensaban los terrícolas de la antigüedad! Como no conocían certeramente la vida fuera del planeta tierra, se creían el centro del Universo. ¡El Apocalipsis consistía en destruir solo al planeta tierra! Que gracioso, ¿no? Ahora, si se destruye un planeta, si bien sería algo terrible, hay muchísimos planetas para habitar, y la tecnología para revertir casi cualquier catástrofe. Pero en esa época no, y si Dios destruía el planeta, ya está, se terminó la vida. Había un término para definir esa forma de pensar: egocentrismo. Los humanos se creían los mas importantes, no solo dentro de su planeta con las otras especies que lo habitaban, ¡sino de todo el cosmos!
Si bien seguía agitado por el mal sueño, Hernán rió un poco al escuchar las últimas palabras que había dicho su padre. Costaba creer que los humanos hubiesen recorrido un camino tan extenso.
 -¿Y que sintieron los terrícolas cuando se dieron cuenta de que no eran los mas importantes del Universo?- remató Hernán.
–Uff, esa es otra historia, hijo… una bastante complicada.-

lunes, 10 de marzo de 2014

Los desconocedores



 - Pa, hoy en la escuela me hablaron de los Desconocedores. ¿O no que no existen?
- ¡Claro que existen! Mirá… vos estás acostumbrado a nuestra tecnología, y al hecho de que hay cientos de razas inteligentes desperdigadas en distintos puntos del universo. Pero imaginate que lo único que conocés es tu planeta, o ni siquiera eso… una porción de tu planeta. Que no tenés manera de viajar al espacio ni de ver hacia las estrellas más que con tu propia vista…

“Brod-Erck, el brujo, lanzó las hierbas a las llamas que las consumieron en un único e intenso abrazo. Luego, lanzando sus brazos al cielo, entonó el cántico ancestral. Como cada noche, el brujo cantaba para despertar a la gran ballena Güel, en cuya mente estaba el universo. Pues el universo era solo una idea en la cabeza de Güel, y sin ella el mundo y las estrellas se ahogarían en el Mar de Luz y Nada.
 El brujo contempló con alegría como la gran ballena abría primero un ojo, y luego el otro: los dos soles amanecieron en Ingüel. Brod-Erck estaba por irse satisfecho, cuando un tercer sol se encendió en el firmamento. Pequeño, primero, fue creciendo rápidamente al tiempo que se acercaba hacia el suelo con el estruendo de mil tormentas.
 Mientras el astro bajaba a tierra, Brod-Erck se escondió detrás de una roca. Con sorpresa vio como el pequeño sol se apagaba hasta volverse del color de las rocas, y un pequeño dios descendía de su interior. Si era un enviado de Güel, se acercaban o bien tiempos de grandes guerras, o de gran paz. Él se encargaría de dejarle una señal, no debía ser importunado.
 El dios se acercó hacia el fuego. Bord-Erck lamentó no haber sido lo suficientemente rápido como para apagarlo y tomar todas sus cosas. Ya no era joven y ágil como en sus años de aprendiz, aunque todavía tenía el vigor suficiente para subir cada día al punto más elevado del monte a buscar sus hierbas y hongos. El dios tomó su bolso y lo revolvió. Tomó algunas de sus provisiones y gritó algo ininteligible. Después les apuntó con una luz mágica, sonrió, las cocinó en el fuego sagrado, y se las comió. Brod-Erck se preguntó si dentro de cada punto de luz en el cielo habría un dios hambriento.
 La deidad se levantó, con apariencia satisfecha, y gritó de nuevo unas palabras. Parecía dirigirse a Brod-Erck, y éste estuvo seguro que así lo era. El dios tomó un cuchillo y se hizo un pequeño tajo en el brazo. Después, apuntó a la pequeña línea roja con un artefacto de luz similar al que había usado antes, hasta que la piel sanó. Dejó el artefacto en el suelo, subió a su nave, y despegó.
 Cuando el nuevo sol tomó otra vez su lugar en los cielos, Brod-Erck se acercó al artefacto y lo tomó. El dios le había obsequiado a su pueblo magia sanadora. Sin dudas venían tiempos de paz.”

- ¿Y le dejaste el Cicatrizador de tu nave?
- Creí que debía dejarle algo a cambio de la comida, y sin dudas nuestro dinero no iba a servirle de nada. Lo curioso es que, hasta que no están listos, cualquier visita que hagas u objeto que le dejes a un Desconocedor, va a ser tomado como magia, o a incorporarse de alguna forma a sus leyendas. El conocimiento lleva un largo camino, en el que no hay atajos.

lunes, 3 de marzo de 2014

Sinfonía del Universo



-¿Papá, por que pasan las cosas?

-Es difícil saberlo hijo, no lo sé, hay muchas teorías. Muchas escuelas científicas que se contradicen entre si.

-¿Y vos que crees?

 "La verdad que no se cómo se llama, pero cuando estaba en la escuela, una tarde volviendo de clase vi un edificio muy antiguo al que nunca le había prestado atención. Parecía una antigua biblioteca y estaba clausurado por peligro de derrumbe desde hacía muchísimo tiempo. Era en realidad un edificio histórico de la antigua civilización terrestre, de esos que ya ni a los arqueólogos les interesa y a los que nadie presta atención. A mi tampoco me había llamado la atención, pero esa tarde pude escuchar, proviniendo de su interior, una melodía muy suave y lejana.
Sorteando los escombros de la entrada pude ingresar al edificio y, guiado por la música, fui adentrándome por su laberíntico interior. A medida que avanzaba podía escuchar cómo aumentaba el volumen de la música. Casi completamente a oscuras, llegué hasta lo que parecía una desvencijada puerta de madera, corroída por los años. Por entre las rendijas se filtraba una tenue y sutil luz que parpadeaba cada tanto. Me acerqué a espiar por entre las maderas y apenas pude ver un bulto moviéndose en la lejanía. Parecía atareado y no me notó, o eso creí, así que de a poco abrí la puerta, despacio para no hacer ruido, y me deslicé dentro. Sin embargo, ni bien terminé de entrar en la habitación, la música dejó de sonar y en ese momento preciso el mundo se detuvo.
Estaba de espaldas sentado frente a un piano con una partitura delante suyo. Parecía un robot de algún tipo que no conocía. Era difícil determinar dónde terminaba el autómata y dónde comenzaba el instrumento musical. La figura miró por sobre su hombro y luego volvió la vista al instrumento y la música prosiguió. Era una melodía hipnotizante, que me transportó por los más diversos recuerdos de mi vida. Era fuerte como un tornado jupiteriano, pero al mismo tiempo sutil como los pétalos de una orquídea pleyadiana. La música representaba los amaneceres en Neptuno y los atardeceres en Mercurio, era el motor mismo del Universo lo que podía escuchar saliendo de ese extraño órgano.
Sin siquiera darse vuelta el autómata me habló con una voz oxidada:
 -¿Sería usted tan amable de hacerme un favor, desconocido visitante? Estoy necesitando un poco de lubricante para suavizar el pedal izquierdo, de lo contrario próximamente las lunas de Saturno dejarán de girar y eso sería un problema muy serio para los habitantes de Titán, el mayor de sus satélites. Se encuentra ahí cerca, en la tercera gaveta del mueble al otro extremo del salón.
 Sin comprender demasiado lo que me estaba diciendo encontré un frasco cargado de aceite y un aplicador. Siguiendo sus indicaciones le apliqué el aceite a uno de los engranajes de su robótica pierna, y a partir de ese momento comenzó a moverse un poco más armoniosamente respecto de las otras extremidades.
 –Ah, muchas gracias, joven, mucho mejor. Claro que este favor no pasará desapercibido. No hace falta que me diga su nombre ni a qué escuela asiste, le aseguro que su visita a este lugar no ha sido fortuita ni pasará desapercibida para el gran esquema de las cosas.
No lograba comprender demasiado las cosas que ese autómata estaba diciéndome, así que solamente me limité a asentir cada vez que parecía haber concluido una idea. Francamente, la melodía que tocaba era demasiado maravillosa como para poder prestarle atención a cualquier otra cosa.
Luego de un tiempo, se dio vuelta para hablarme.
 -Hasta aquí llega nuestro encuentro joven, mis engranajes están muy fatigados ya como para seguir tocando esta música, va llegándome la hora de crear un reemplazo en algún otro lugar del cosmos. Espero que le vaya bien en su vida, que sea feliz y que tome las decisiones que considere siempre acertada
s, ya que uno toca la sinfonía del Universo, pero el libre albedrío es algo intocable. Debo regresar pronto a mis obligaciones, las melodías repetidas funcionan solo durante poco tiempo. Hasta luego, ha sido un gusto verle jovencito, ha llegado la hora de irse.-
 Y en el momento en que volvió a conectarse al instrumento musical, el edificio comenzó a estremecerse desde sus cimientos. Tuve que correr escapando para no quedar atrapado entre los escombros y salí en el momento exacto en que el edifico colapsó, destruyendo todo lo que había dentro.
Cosas muy extrañas ocurrieron en los días siguientes: el Sol se apagó por cuarta vez en la historia moderna, hubieron perturbaciones en las órbitas de los cuerpos celestes y en los ritmos circadianos de la biología. Pero poco después todo volvió a la normalidad como si nada hubiese pasado. Incluso la mayoría de la gente parece haberse olvidado de esos días de reajuste en las reglas de la naturaleza. La canción parecía ser la misma, pero el intérprete era otro.
Como el robot había dicho: “el libre albedrío es intocable”. En eso creo."